La hora de la verdad
viernes 14 de noviembre de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Europa reparte cartas y Sarko, el mandamás de Francia, las distribuye sobre el tapete como le viene en gana, así que los holandeses también tendrán su taburete en la famosa cumbre del punto G que va a celebrarse en Washington. Si es que caben en la mesa, claro, aunque igual los organizan en gradas. Como los invitados pueden traer acompañantes, Peta Zeta le ha preguntado a los checos que si se apuntan al guirigay y le han contestado que adelante con los faroles, de modo que va a montarse un embrollo fabuloso con los pasamanos, las fotos y las traducciones simultáneas.
    Me gustaría ver al batallón de los gerifaltes por un agujerito dándole al diente en los canapés. Me encantaría todavía más contemplar a la recua de técnicos y apoderados, que son los que cortan el bacalao y se hacen los invisibles. Esta peña se cuenta por centenares, se juntan en las salas anexas y apoyan los portátiles —y seguro que también sus zapatitos de marca— encima de las mesas, que no son de formica, sino finísimas labraduras de ébano requetepulido, de más de ciento ochenta mil euros el metro cúbico, por supuesto. Estos menganos son los que tienen la sartén del mundo por el mango, los que de verdad llegan a firmar los acuerdos, preparan los papeles para los jefes y se vuelven locos de alegría recibiendo las dulces presiones de las multinacionales. Para eso cobran, apañan y trafican. Para eso están donde están y no los despegas de ahí ni con agua hirviendo.
    A una chusma tan guapa le trae al pairo el Proceso de Bolonia y la privatización de las universidades públicas. Lo llevan en la masa de la sangre. Son sabuesos que olfatean a kilómetros de distancia un negocio mondo y lirondo. Si en las primeras tetadas tuvieron alguna dificultad, a la hora de estudiar sus carreras en los centros más guay del planeta la superaron por completo. Entre ellos se conocen las caras y los trapos sucios mejor que un brujo las líneas de la mano, no en vano compartían las mismas residencias estudiantiles y saben de primera coz de qué pezuña cojea el Sistema. El Sistema, no nos engañemos, son ellos, la «crème de la crème», el cogollo y la madre del cordero. A estos individuos, cuyo carácter es una mezcla de brooker, ejecutivo de alto estandin y diplomático, les suena a chiste y paripé que los jueces llamasen ayer a declarar a los grandes magnates de América. Nadie dijo en calidad de qué, ¿acaso tienen pruebas? Los multimillonarios no testifican en ninguna causa abierta sobre el desplome económico, simplemente aconsejan. Es cierto que ganaron miles de millones especulando con la libra esterlina y vendiendo hipotecas-basura, pero no es su problema que los demás sean tontos. Los intocables como ellos levantan el teléfono y preguntan qué hay de lo suyo, nada más, así que todo está bajo control. Nadie espera que salga de un cónclave como el de Washington la refundación del capitalismo. Como no haya negocio de por medio, será un lavar y marcar.
    A este lado del charco y en el Auditorio de Zaragoza, se reunía la Confederación de Ejecutivos y Directivos de España, la CEDE, bajo un eslogan tan curioso como sus siglas. «Dirigir con visión global, internacionalización y competitividad». Reflexionaban y sonreían allí los jefes de Telefónica, Repsol y Gas Natural, arropados entre otros por Felipe González, Javier Solana e incluso Rodrigo Rato, sujeto afortunado donde los haya. Hasta tal punto se olió la mantecada de la recesión mientras dirigía el engendro del Fondo Monetario Internacional, que hizo mutis por el foro y quedó encima como un señor. No eran los únicos nombres y apellidos conocidos, pero sí los más sonoros de la península. Se pusieron a darle a la lengua el día en que salió a la luz pública una extraña directiva europea, la que permitirá comerciar con frutas y hortalizas que tengan formas y aspectos raros. Como la naturaleza no genera patatas esféricas, lo mismo pretenden colarnos varios limones de color azul y un puñado de tomates amarillos, es cuestión de tiempo. Pero nuestros grandes prohombres, los entendidos que están en el ajo y en la pomada, no reparan en semejantes esperpentos. Se sienten muy contentos de haberse conocido y cuentan que vamos a vivir otro momento histórico, algo parecido a la hora de la verdad, donde los políticos —por primera vez desde hace décadas— tendrán la oportunidad de ejercer un poder puro y duro. ¿Estarán a la altura o defraudarán como siempre? Supongo que nuestros expertos discuten estos temas en privado, cuando se aflojan la correa del cinturón y se ponen ciegos de gambones. Después les sube la urea y tienen que hacer el régimen del astronauta.

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