La madurez llama a tu puerta
miércoles 14 de septiembre de 2011
Sergio Plou
Artículos 2011

  Según cuenta el señorito que ya se ve como próximo presidente del gobierno, ese tipo barbudo que suele aparecer en la caja boba siseando tonterías, los españoles «son una sociedad madura que tiene derecho a saber lo que ocurre». No sé todavía cuándo alcanzaron estos españoles de los que habla Rajoy esa edad adulta que en la práctica se niega a reconocer, aunque la asuma en el terreno teórico. Si de verdad considerase a los lugareños de este país como gente ya madurita e incluso interesante, hubiera sometido a referéndum los cambios constitucionales que el parlamento aprobó. Supongo que una cosa es ser maduro y otra caerse del guindo. Estar en la pomada y conocer «la verdad» —lo que este sujeto entiende por ser realista o dotarse de credibilidad y confianza— no es más que una patochada. Últimamente lo vemos todavía más engolado y rígido, con un porte «más institucional», el que sus técnicos de imagen requieren para actuar como futuro presidente de gobierno. A mí no me da el pego porque, cuando tengo la desagradable impresión de topar con su estampa en cualquier telediario, me lo imagino de sobremesa y en camiseta de tirantes, con una servilleta llena de lamparones colgada al cuello y fumándose un puro.

   Este arrebato sobre la madurez del pueblo español y sus exigencias de verismo es un recurso tan facilón que ya lo he visto en Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar y el propio Zapatero. Desconozco si me olvido algún presidente en el tintero, pero todos ellos soltaron un día que los súbditos tenían derecho a conocer la verdad. O —traduciendo— a recibir la puntilla sin melindres. La sinceridad, para los «grandes hombres», es sinónimo de dramatismo y augura malas noticias. Todos tuvieron la oportunidad de considerar a sus votantes como a individuos adultos minutos antes de endosarles una reconversión industrial, una guerra tan sanguinaria como estúpida, unos recortes sociales y vaya usted a saber lo que se le ocurre ahora al barbudo glotón. No recuerdo a ningún presidente de gobierno que tratara a esos españoles de los que hablan como un pueblo adulto y maduro y menos aún que les sirvieran con la sinceridad que se merecen. El único referéndum que me viene a la memoria es el de la OTAN, farragoso en sus opciones y patético en el cambio de actitud de un partido que hoy por hoy apenas se diferencia de su contrincante.

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