Me fascina la inopia en que vivimos. También me deja atónito lo fácil que resulta provocar el pánico. No hubo que lamentar desgracias personales pero se podría haber armado una gorda. Escribo a las diez de la noche y a estas alturas —al menos públicamente— se desconocen las causas que condujeron al desalojo, esta misma mañana, de la Facultad de Económicas e incluso del Paraninfo, donde se encontraban los asistentes del Congreso sobre Administración Local. Sólo se sabe que un mendrugo llamó por teléfono desde el barrio de Triana, allá en Sevilla, aseguró que se habían puesto bombas en el Esic Business Marketing School de Zaragoza, Madrid y Barcelona y que la policía, por prevención, se tragó el asunto y procedió a vaciar las aulas. Ya se pueden imaginar la bronca que se montó, los dimes y diretes que surgieron después y la psicosis que se genera. ¿Reivindicaba todo este atropello la ETA o Al Qaeda? ¿Acaso podrían ser ambas organizaciones a la vez? Se especuló durante todo el día con que, al haberse inaugurado la exposición sobre la Memoria Histórica, ¿no podría ser obra de un grupo faccioso? O que habiendo de por medio tanta gente estudiando para ser economistas, ¿no tendría cierta lógica que hubiera renacido el Grapo de sus cenizas? La información es como una carrera de galgos,una vez que salta la liebre no hay forma de frenar la galopada. El caso es que cortaron la Gran Vía y la Vía Ibérica hasta media mañana, y que en la avenida de Goya salieron a toda prisa los oficinistas a la calle porque husmeaba la poli justo al lado del Bingo, en la caseta de la castañera, y como por el subsuelo cruza el tren rumbo a las Delicias y Miraflores, los cerebros echaban humo.
Todo este trepidante barullo concluyó cuando la Delegación del Gobierno emitió un comunicado anunciando que se trataba de una falsa amenaza de bomba, pero el susto de las posibles víctimas prosiguió a lo largo y ancho de toda la jornada. Por lo que cuentan los estudiantes en los foros de internet, se vivieron momentos de auténtico absurdo en la Facultad. La sirena empezó a barritar y nadie sabía a ciencia cierta si se trataba de un simulacro o de la dura realidad. Se observó una auténtica estampida de alumnos a lo largo y ancho de la calle doctor Cerrada mientras en otras aulas, ajenos al impertinente berrido de la alarma, algunos profesores continuaban impartiendo sus clases. En la atropellada huida de los que, sin encomendarse a nadie, se lanzaron a buscar la puerta, muchos se encontraron con que las salidas de emergencia estaban bloquedas. En la octava potencia del globo se chapan las antipánico para que los nenes no salgan a echarse un pitillo. Y en las que no se utilizan para tal fin, se cierran también con motivo de las obras que se acometen en el edificio. Así que podemos alegrarnos de que tan extraños avisos de bomba resultaran falsos, de haber sido ciertos... menudo horror. |