La presión de la esperanza
jueves 13 de noviembre de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Un número especial del New York Times levantó ayer enorme expectación entre los neoryorquinos. La mayoría se quedaban atónitos con el ejemplar entre las manos, ¿era posible lo que estaban leyendo? ¿Volvían las tropas a casa porque se había terminado la guerra de Irak? Y no sólo la de Irak, sino que en breves concluiría también la de Afganistán y comenzaba el proceso contra Bush por crímenes contra la humanidad . Lo decía el New York Times ni más ni menos que en primera página, ¿cómo podían dudarlo? No eran las únicas noticias causa de su sorpresa. El rotativo aseguraba que se habían creado leyes para desarticular los lobbies de presión.
    Los neoyorquinos, tan poco acostumbrados a demostrar su emociones en público, parecían de cristal y en sus rostros por un momento se delataba su monólogo interno. Madre mía, esto es la bomba. No me extraña que repartan gratis el periódico a las puertas del metro. Las multinacionales que sobornaron a los políticos durante décadas jamás volverán a hacerlo so pena de incurrir en un delito. El gobierno estadounidense se sentía libre para anunciar a sus ciudadanos que la asistencia médica —la anhelada seguridad social— iba a ser pública y que las farmacéuticas nunca más impodrían el precio de los medicamentos, sino que se fijarían en función de los salarios. Los semblantes de los lectores se transformaban. El dulce sueño americano se convertía de repente en realidad y en lo más hondo de su imaginación comprendían que sí, que era verdad el eslógan del «Yes We Can» . ¿Por qué no iba a serlo? Se les iluminaba la jeta , se les cuajaban las lágrimas en las lentillas, se miraban de reojo y con cierta vergüenza notaban que se les inundaba el corazón de una esperanza infinita. Les calaba tan profundamente que el bueno de Barack Obama estuviera logrando, incluso antes de sentar el culo en la poltrona de la Casa Blanca, construir un planeta nuevo y maravilloso, que casi les daba miedo seguir leyendo. El mundo que merecían sus hijos, el que ellos mismos querían ver con sus propios ojos cuando acudieron a votarle, había llegado como el maná en forma de noticia. El negro no mentía... Estaba escrito en letras de molde y tinta de calamar, con sus fotos y sus editoriales... ¿Dios bendecía a América?
    Supongo que el chasco debió de ser espeluznante. Les hubiera bastado con echar un vistazo a la fecha del diario en cuestión para comprender que no estaban viviendo la festividad del 4 de julio de 2009. Las organizaciones de derechos civiles y los movimientos progresistas, que aunque parezca una broma también existen en aquel país, se pagaron a escote la edición de más de un millón de ejemplares de este New York Times falso, idéntico en todos los detalles al original, para distribuirlo gratuitamente en las calles y observar el impacto que causaba en la gente. Y la verdad es que acertaron de lleno. Los americanos esperan como agua de mayo este tipo de noticias. Por eso las creyeron, al menos al primer impacto. No se trata de un timo, es más bien la presión de la esperanza. Millones de votantes sueñan con un cambio político de estas características y la publicación extraordinaria del falso New York Times así lo demuestra, ¿defraudará el próximo presidente de los Estados Unidos a sus votantes? Seguro, la ingenuidad europea no alcanza los grados de sandez que demuestra la americana, pero con este tipo de acciones se coloca un poco más alto el listón y de paso se fija un límite de tiempo para ciertas medidas. Las organizaciones sociales que editaron este periódico, comparables aquí a la Cruz Roja o a Medicus Mundi, por poner un ejemplo, esperan de Obama que acabe con la humillación internacional de Guantánamo antes del próximo 4 de julio. ¿Es demasiado pedir? Con la que está cayendo, tal vez sí. Los fabricantes de automóviles y las entidades financieras continúan presionando con todas sus armas a los gobiernos para seguir desguazando este planeta, así que el chasco de los neoyorquinos todavía puede ser más contundente.

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