Me llama la atención este titular que se repite en los medios de comunicación como el ajo en las comidas copiosas: el chasco del gran jefe con el pretor local está siendo mayúsculo. El idilio entre los demócratas del otro lado del charco y los socialistas peninsulares se está yendo al garete. El eco de la retirada de las tropas de Kosovo llega a la metrópoli de un imperio en decadencia y el cónsul, que ya no sabe cómo meter en cintura a los vendedores de las aseguradoras, a los bróquers de Wall Street y a los socios de los bancos, demuestra su honda decepción a los diplomáticos de carrera señalando con el dedo al que hasta hace poco parecía ser su ejemplo y amiguete de fatigas. Obama está desencantado con Peta Zeta. Tal vez en un plano distinto al que reflejaba Bush en público—ese sujeto impresentable al que ningún juez todavía se atreve a meter en pleitos por crímenes contra la humanidad— pero en la misma línea que siempre desencanta a los aliados. No es hora de irse de Kosovo, aunque nos estemos gastando un riñón en Afganistán. A sus ojos, Hispania la ha vuelto a cagar y no tiene espíritu de enmienda. Mal rollito.
Zapatero no está en su mejor momento, ya lo sabemos. La economía continúa en caída libre, los socios que mantenían en el Congreso su mayoría parlamentaria ahora venden tan caro su apoyo que prefieren dejar con el culo al aire al Gobierno para que sea consciente de su fragilidad. La ciudadanía se va desfragmentando mientras las mentes más conservadoras mellan con su enferma moralina los flancos abiertos en los clásicos asuntos de su incumbencia. La corrupción avanza y se destapa en los juzgados, pero no se refleja en las urnas. Es normal que los políticos conservadores se espíen entre ellos en Madrid. O que en Valencia se manden hacer trajes a golpe de billetes de quinientos euros. Nadie espera otra cosa de ellos, ni en La Muela , donde la alcaldesa del PAR y buena parte de su familia, está siendo investigada por cientos de trapisondas económicas de muy dudosa catadura. Lo que ocurre en La Muela es la comidilla de Mañolandia, pero aunque el guirigay concluya poniendo entre rejas a la mafia local de un cerro tan bullanguero, aunque salpique a ciertos cargos del gobierno aragonés, difícilmente el espectro conservador de la democracia política notará en las urnas poco más que un pellizco de monja. Lo que se perdona a la derecha es castigado electoralmente en la banda izquierda. La decepción demuestra un registro emocional asimétrico y bastante hipócrita en sus fundamentos. Por eso Peta Zeta desilusiona incluso al único sujeto donde el planeta ha depositado su esperanza, no es raro que ahora nuestro líder tribal mire hacia su izquierda buscando aliados que garanticen su poltrona. Tarde o temprano tendrá que cambiar el gabinete y hacer frente a la crisis que desmonta su credibilidad.
La profunda decepción es un arma psicológica. La emplean los jefes para señalar actitudes que les desagradan, comportamientos que no esperaban de alguien en quien, teóricamente, habían depositado su confianza. Sólo se decepciona el situado en un plano de superioridad moral, el que se siente con poder suficiente sobre otros como para hacerse pasar por un individuo sensible a la amargura o la desilusión ajenas. El socialismo hispano y su espigado gerente no representan otra cosa que el mal menor y en esas circunstancias es raro que defrauden. Pueden resultar demasiado predecibles, poco aventureros y en exceso comodones, carentes de imaginación si ustedes quieren y en muchas ocasiones hasta chapados a la antigua. Jugando a dos bandas y apropiándose del centro sociológico aburren a las ovejas y pueden llegar a hartar, pero a estas alturas no engañan a nadie. |