La ruta del ciemo
sábado 6 de junio de 2009
© Sergio Plou
Artículos 2009

    El espantajo de las elecciones europeas tocó techo el pasado jueves con el rapto de ira del nieto de Franco en la estación de las Delicias, donde estuvo sembrado el energúmeno barritando contra todo lo que se le puso por delante —segureta incluida— a la hora de pillar el AVE a Madrid. Son otros tiempos. Francis no pilla el avión, ni siquiera viene a buscarle un helicóptero tras aflojar el gatillo cazando en los cotos de sus amiguetes, el nieto del dictador sale a toda pastilla para coger el tren de alta velocidad y no consigue que su abuelito toque el silbato desde el Pardo y retrase la salida. El abuelito no existe, así que el clásico «no sabe usted con quién está hablando» concluye a mamporros, porque es evidente que nadie sabe ya con quién discute ni a dónde conduce el guirigay.
    Algo ha cambiado en cuarenta años de historia. Por lo menos las gentes del AVE dejan ya por el camino a los Vips que llegan tarde y si montan escándalo en el andén, porque no acaban de creérselo, intentan cerrarles el paso, los placan en la escalera mecánica como si jugasen al rugby con ellos y se monta un chanchullo fabuloso cuando los ves echar espuma por la boca. La espuma del nieto de Franco es de color racista y aparece en los labios del chulo cuando le llevan la contraria. Ahora que llevan la pistola al cinto unas señoras oriundas de América Latina, damas que gozan de pasaporte hispano y que si las ignoras te clavan una denuncia en el juzgado de guardia, los señoritos de escopeta al hombro y pazo en la costa enferman de rabia. Es raro que el observatorio internacional de la corrupción califique al estado español con un 6,2 sobre 10 en el ránking de las prevaricaciones, malversaciones, tráficos de influencias y demás chanchullos. Hay veces en que la honestidad y la ignorancia logran aliarse y paralizan a un vip en la estación.
    La ruta del ciemo, el estiércol que canta en La Muela Connection y se derrama hasta Villa Certosa cruzando Madrid y Valencia, de cuando en cuando recibe un brillante empellón, un soplamocos, cuando se sube a la parra y exige que se pare un tren, un avión o el mundo entero, por la sencilla razón de que ha llegado alguien que se cree más importante que los demás. Los Vips de hoy en día, que exigen un trato desigual porque gozan de una saca de billetes, un título de nobleza o cualquier prerrogativa que los santifica, convierten la calidad de vida de sus semejantes en un engañabobos. Ahora los jueces imputan en sus causas a los concejales de urbanismo con la misma facilidad que utilizan un mondadientes, así que el prestigio y la soberbia se vuelven efímeras y superfluas. Como decía ayer Leo Bassi —nuestro bufón internacionalista, en su espectáculo «Utopía»— no tenemos la culpa de que el teatro Arbolé esté en el lado equivocado del Ebro. Sin embargo, tendríamos que preguntarnos el porqué de nuestra inactividad en un momento histórico tan apetecible. Vayan a verle.

Articulos
Primeras Publicaciones 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 — 2001 2007 2008 2009 2010 2011        
Cronicas Críticas Literarias Relatos Las Malas Influencias Sobre la Marcha La Bohemia La Flecha del Tiempo