Un científico norteamericano, Mister Craig Venter, está de subidón. El interfecto acaba de obtener el ADN completo de una bacteria de nombre rarito, la Mycoplasma genitalium. Este animalejo debe su nombre a su vivienda, al fin y al cabo es un parásito del tracto urinario. Y más concretamente del nuestro. Me refiero a la especie humana en su conjunto, aunque las costumbres de algunos investigadores podrían inducirnos a creer que la bacteria es propiedad de Mr.Venter - y no hablo de la patente- ya que no es la primera vez que el hombre se muestra al mundo como un excéntrico. Participó con los islandeses en el proyecto Genoma, donde adquirió parte de su extraña reputación y fue allí donde comenzó a fraguar la idea de construir vida artificial. Siempre he creído que la vida artificial ya estaba inventada. La gente de posibles, la que no llamaríamos adinerada sino descendiente directa del tío Gilito, se maneja por el planeta de una forma tan aberrante que podríamos creer que vive de una forma artificial. Pero , bromas a parte, los investigadores no tienen la capacidad de crear una vida artificial tan grande. Sus aspiraciones científicas son más bien ridículas en cuanto al tamaño. Además, lo que se entiende por crear - inventar de la nada - es hoy por hoy imposible. Se limitan a vaciar una célula, le quitan el ADN y le colocan un genoma totalmente sintético. Todo un alarde, porque obtener el genoma completo de una bacteria de casi quinientos genes es como para morirse de asco. A este hombre le ha llevado casi una década conseguirlo. Por lo que cuentan, empezó jugueteando con unas cuantas bacterias, cambiando sus genomas y por lo tanto sus identidades genéticas. A medida que iban cascando las diferentes mycoplasmas comprobó dónde estaban sus genes patógenos y los fue marcando para seguirles la pista. Empleó, usando un eufemismo, más de medio millón de post-it. Lo que denominan los científicos: pares de bases. Después troceó todas las etiquetas en cien pedazos y con paciencia de chino fue pegándolas in vitro. Sin perder vista ni volarse la mollera, que ya es mucho decir. Cuando sólo le queda-ban cuatro cachos por juntar y viendo que no había forma humana de recomponer aquel puzle, se buscó una especie de esclavo tecnológico. Una especialista en pegar cadenetas: una célula de levadura. Como puede apreciarse, construir vida artificial es increíblemente más lento y engorroso que dar origen a una nueva vida por el simpático método tradicional, pero tiene sus ventajas. Los cientificos ya sueñan con inventarse una bacteria totalmente, de principio a fin, y la han bautizado incluso antes de hacerla. Se llamará mycoplasma laboratoriumse. Supogo que todo este guirigay investigador redundará en algo interesante para las personas. Tal vez dentro de cien o doscientos años, quién sabe. Los telediarios nos venden los avances de la ciencia como si fueran para pasado mañana, generando en algunos enfermos expectativas absurdas y en algunos médicos, a la hora de explicar la realidad, soberbios dolores de cabeza. Así de pequeña es la vida artificial. |