Hace unos días el presidente del gobierno, quizá harto ya de hablar de lo mismo, se deshizo de una pregunta reiterativa comentando que el debate que enunciaba era muy artificial. Lo natural es contrario de lo engañoso. Lo que nos suena a postizo, a falso o ficticio, generalmente deja mucho que desear y a menudo encierra una trampa. En política resulta complejo separar lo espontáneo de lo fingido pero en el ámbito más cotidiano la realidad se subraya mediante imagenes y sonidos que no presentan dudas. Los atascos, por ejemplo. Un montón de hierro que trasporta a seres humanos se convierte en protagonista de la ciudad porque no logra cumplir su cometido. Los cuatro neumáticos circulares y el motor que los propulsa quemando gasolina, se manifiestan como lo más artificial que hayan podido inventar las personas en siglos de estrujarse la mollera. Observas a conductores y pasajeros atrapados en medio de un embotellamiento. Escuchas el crispante sonido de las bocinas y ves una serpiente de chatarra que muge cubriendo la calzada en kilómetros a la redonda. Lo artificial toma aspecto de trampa. Nos hemos transformado de pronto en esclavos de un invento.
Durante estos días festivos he optado por salir lo menos posible. La masificación, las filas y los atascos suelen enviarme lejos de Zaragoza cuando llegan las fiestas, entre otras razones porque las melopeas tontas apetecen ya del ciento al viento y como todo está hasta las trancas, y más caro, se te quitan las ganas. Conozco la experiencia. Me he visto al borde de padecer una fobia, pues hay momentos en los que no se puede conservar siquiera un mínimo espacio vital mientras caminas o te asomas a un tenderete. Las fiestas hace años ya que se me antojan algo artificial. El día del Pilar, en las calendas de los creyentes, se celebra en realidad el 2 de enero así que el 12 de octubre no deja de ser también un invento. Algo artificial. Me pregunto entonces si no estaré viviendo una mentira de larga tirada, este tipo de bromas anchas donde resulta imposible tomar referencias y acabas sintiéndote perdido, sin horizontes. Pienso que los que se han visto estos días atrapados en un embotellamiento habrán podido hacerse cientos de preguntas similares. Los que abandonaron el automóvil y echaron a correr con el billete en la mano, rumbo a coger el tren o el autobús, fueron pocos en comparación con los que se consumieron de asco al volante de un vehículo que no avanzaba. El portentoso atasco de fin de fiestas alrededor de la flamante estación de las Delicias lo dice todo y sin embargo es un síntoma más de que estamos viviendo una existencia torpe y vacua, muy artificial. Si desmenuzamos lo que hacemos a diario es seguro que apenas quedan un puñado de situaciones netamente verdaderas. A estas alturas me asombra que un presidente de gobierno, tan rodeado de pompas y artificios, sea capaz de distinguir entre lo auténtico y lo ficticio, incluso en los más necios debates, los que giran en torno a simples perogrulladas. A mí no me llega el riego para afinar tanto, ¿acaso no vivimos ya en la ciencia ficción? |