Lo elemental
jueves 10 de abril de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    A la hora de vivir en una ciudad, y no te digo nada si además tienes que llevar el bastón de mando, conviene distinguir entre lo urgente, lo importante y lo elemental. Actividad no falta, de modo que manejar un buen orden de prioridades facilita la convivencia, genera riqueza y otorga prestigio a los urbanitas. Los grandes núcleos de población occidentales, gracias al expolio del llamado tercer mundo, se desarrollan con ventaja. No debemos olvidar que en muchas capitales de Asia y de África el protocolo de las necesidades exige, en primer lugar, que sus ciudadanos no se mueran de sed y de hambre. Mientras nos quejamos aquí de lo que ha subido la leche, la globalización de los mercados ha elevado de tal manera los precios de los alimentos en todo el planeta que mucha gente no puede pagarlos, así que sus gobiernos optan por repartirlos gratis antes de que cunda la desesperación y asalten las tiendas de comestibles. Lo importante, en las tres cuartas partes del globo, es mantenerse vivo. Si no hay personas que utilicen los servicios no es lógico gastar en infraestructuras. Lo que es urgente allí pasa por favorecer la independencia de los individuos para que no estén al albur de la caridad, ya sea obligando por decreto a bajar los precios, fomentando el asociacionismo y generando empleo a marchas forzadas. Nadie dice que sea fácil pero la corrupción y los intereses de las grandes multinacionales sólo generan riqueza en un puñado de familias sin escrúpulos: a este fenómeno se le llama «globalización». En países como el nuestro y en ciudades como la que vivimos, podemos ocuparnos también de lo elemental, que en cierta medida es un lujo. Después de dejar todo hecho una cochambre llega el momento de tomar conciencia y de ocuparnos de lo básico: que no se nos coma la mierda. Hasta ahora toda nuestra basura iba al vertedero de Torrecilla de Valmadrid, donde se depositan a diario toneladas de deshechos. Llevamos seis años postergando lo elemental: que se abra el Polígono Tecnológico de Reciclaje (PTR), que ecológicamente empezó fatal y para el que todavía no se ha fijado la fecha de inauguración. El ecovertedero, de más de diez kilómetros cuadrados y situado en la Cartuja Baja, en la estepa sur zaragozana, dicen que seleccionará las basuras tratando como corresponde a todo tipo de envases, desde los plásticos a los metálicos pasando por los tetrabricks y el reciclado de papel. Trabajarán igualmente con líquidos y a partir de los residuos orgánicos crearán compost. No tendremos que amontonar más desperdicios hasta crear montañas sino que podremos reutilizar en la propia tierra nuestros subproductos de estercolero. Es elemental que así sea y ya tarda en ponerse en marcha. Lo mismo que el Parque Fotovoltaico de Casablanca, que nos ahorraría lanzar a la atmósfera más de dos mil quinientas toneladas de CO2. Todavía no se han realizado las obras de ejecución porque las placas solares —más de trece mil— se asentarán sobre los depósitos de agua municipales y hay que cubrirlos. Primero, porque se levantaron en 1912 y su deterioro es progresivo, y segundo porque la contaminación bacteriana del agua obliga a clorarla si no se cubre adecuadamente. Lo elemental salta a la vista pero lo accesorio, como la Expo, emborrona nuestra mirada.

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