Han sacado a la venta unos recortables sobre modas medievales utilizando de maniquíes las monárquicas jetas de los reyes de España y han pillado a Felipe González con su novia en Uruguay, viajando en un avioncito para los dos tórtolos. Son noticias propias del Hola, aunque en otros tiempos hubieran acabado en las Cortes. Será que los tiempos están cambiando. La transformación de las costumbres es muy sutil. Se puede hacer chanza de los reyes si responde a una causa justa y se puede hablar de los amoríos de un presidente de gobierno cuando hace años que se jubiló del cargo y sufraga de su bolsillo —¿o lo paga Europa?— el coste de sus viajes. En Luxemburgo, por ejemplo, no puedes sacar al Gran Duque a la palestra y ponerlo a caldo porque se levantan muchas ampollas. En Islandia no te dejan ir a la casa del presidente del gobierno y decirle que dimita porque sale la policía y te echa gas a la cara. En el caso de Luxemburgo, como en el de aquí con los Reyes, el jefe del estado es el Gran Duque Enrique. El parlamento de aquel país votó a favor de legalizar la eutanasia y como el duque es católico se negó a firmar la ley, por lo que no puede entrar en vigor una medida que los elegidos por la ciudadanía han decretado como legal. En Bélgica pasó tres cuartos de lo mismo. Así que los tiempos cambian pero a cámara lenta.
El todavía jefe de los Estados Unidos se arrepiente ahora de haber hecho caso a la CIA con el rollo increíble de las armas de destrucción masiva en Irak. Dudo mucho que este individuo acabe en el Penal Internacional de La Haya, igual que Blair o Aznar, juzgado por crímenes contra la Humanidad, pero es un avance que diga lo que sabíamos todos antes de la invasión. Es agradable saber que no estábamos locos y que si hay algún loco es él, de modo que los tiempos están cambiando aunque no sepamos todavía si es a peor. En Estados Unidos la deuda alcanza a casi setenta mil dólares por norteamericano, mientras el presidente saliente continúa repartiendo miles de millones entre las entidades financieras que solicitan el préstamo del Estado. Supongo que el gobierno aragonés terminará quedándose la fábrica entera de Figueruelas y comiéndose el aval de doscientos kilazos, porque la GM presenta un nuevo expediente de regulación de empleo para siete mil trabajadores. Siempre podrán decir nuestros mandamases que sin el aval la situación sería lamentable, pero todo este guirgay de millones, cada día que pasa, huele peor. Es lo que ocurre cuando los tiempos cambian, que ya no sabemos ni la hora en que vivimos. La mangancia es tan fácil que un periodista del New York Daily News, para demostrar cómo campa a sus anchas el latrocinio, se ha dado el gustazo de comprar el Empire State — edificio completo— en hora y media escasa. Se inventó una empresa, se sacó de la manga el notario, le metió caña a la impresora y en un pispas se hizo con el rascacielos. Nadie comprobó nada, alucinante ¿no? Pues así están las cosas. No me extraña que en Zaragoza, el vecino por antonomasia, el jefe de la oposición en el ayuntamiento, se ponga como un buey por el despilfarro en el nuevo consistorio. Al fin y al cabo estamos hablando de alguien que conoce muy bien el paño, no en vano asesoró en su momento al arzobispado para que vendiera el seminario a la Rudi, que entonces era la alcaldesa y ahora es jefa del PP en Aragón. Habrá que echarle un vistazo a los papeles del consistorio franquista, habrá que tirar de hemeroteca para saber cómo el seminario acabó en manos de los curas siendo el terreno en el que se asentaba de propiedad municipal. Los tiempos cambian, sí, pero a veces retroceden tanto en la historia para tomar impulso que nos topamos con esos pequeños marrones del pasado que tanto desagradan a las gentes de bien pensar, de modo que se olvidan. Se olvida la memoria porque ya no hay arreglo. Se olvida porque hay demasiada caca bajo las alfombras. No me extraña que el asuntejo del despacho de Belloch acabe en agua de borrajas, es lo que hay. Si los bancos suizos pierden mil millones al mes, si Fraga y Carrillo todavía se enzarzan con la guerra civil en la tele y si Joe Biden, el nuevo vicepresidente de Barck Obama le saca la cara a Bush con las armas de destrucción masiva, será que los tiempos cambian de cara y de aspecto pero que rara vez cambian de verdad. |