Para los que somos verdaderamente torpes con los números, nos parece fascinante que en Zaragoza exista un Instituto de Matemáticas y Aplicaciones con proyección internacional. En esta tierra también hay gente que alucina haciendo números y sus profesores, tomando el pulso a la cantera, levantaron hace un año en la Universidad este equipo permanente que acoge a más de cincuenta investigadores y a una veintena de becarios. Su último trabajo es el desarrollo de un software para poner en órbita los satélites franceses. Hay que ser preciso y ajustar muy fino en los cálculos para que los cachivaches que revolotean por el espacio no choquen unos con otros o terminen sus días estrellándose contra la basura estelar que rodea el planeta. En Toulouse, el Centro Nacional de Estudios Espaciales de Francia, conocen a la perfección las habilidades numéricas de los matemáticos maños por eso pagan bien sus esfuerzos y se quedan con la patente. No puede escandalizarnos, la vida en Mañolandia es estúpida para las grandes virtudes. El dinero y la política están en manos de arribistas, herederos o auténticos patanes. El gobierno aragonés, si hubiera echado mano de nuestros matemáticos más punteros, no se habría hecho un lío con los números en el sonoro caso de Gran Scala. Anunció a bombo y platillo el negocio del siglo y se fundió más de ciento ochenta mil euros en la inquietante presentación de un jolgorio de casinos que hoy por hoy está muerto. Cualquier profesor de matemáticas habría garabateado unas cuantas ecuaciones para averiguar las probabilidades de ahorrarnos la pasta y el descrédito, pero el fantasmagórico Súper Biel, vicepresidente de todo lo que se mueve por estos lares, confió de primeras en los negociantes de las máquinas tragaperras y la cagó alegremente. Ayer se presentó en las Cortes muy despeinado y sin haberse pasado la maquinilla de afeitar, para que viéramos lo desmejorado que está el hombre con todo este asunto y para afirmar lo que saben hasta los párvulos, que no estuvo muy fino a la hora de explicar el negociete al conjunto de la sociedad aragonesa, pero que el chollo sigue adelante. Cualquier cosa antes de bajarse de la burra y reconocer sus errores. Desconozco quien aconseja a tan insigne político en el triste embrollo, tal vez cuando se dé una nata de espanto alcancemos a echar un ojo a la lista de sus padrinos y mentores, aunque entre ellos no habrá lógicamente ningún matemático. Los profesores que no se dedican a la investigación trabajan en campos más futiles. Está en el candelero el trasvase del Ebro a Barcelona, donde hay que hacer números, cálculos y cuentas, sin embargo se pasa de puntillas con el trasvase de las aguas del Pirineo a Zaragoza. Cualquier problema ecológico encierra otro en su interior no menos profundo y doliente. Más de veinte millones de euros costará la tubería que unirá Yesa con la capital del valle y sus municipios colindantes, una financiación que en más del 85% será costeada mediante los fondos de cohesión de la Unión Europea y que agrupará los corredores del Jalón y La Huerva. Otro prodigio de desarrollo sostenible en la década internacional del agua, cuya sede mundial ostentamos en Zaragoza y que próximamente visitará el jefe de Naciones Unidas para darnos una encendida ovación. Casi sesenta kilómetros de fontanería y bombeo abastecerán de agua pura y cristalina a municipios tan alejados del pantano de Yesa como La Muela o La Almunia, por no hablar de María de Huerva o Botorrita. Este proyecto llevaba cinco años parado porque a las localidades beneficiadas les parecía demasiado pequeño el diámetro del caño. Imagínense la que se armaría aquí si los catalanes hubieran pillado el compás y la regla y dijeran que la tubería al Delta, para que alcance suficiente presión, tendría que ser más gorda. Pues más o menos eso es lo que les pasa a las gentes de la montaña, que están que trinan con tanta hipocresía. |