Desde nuestra alegre «expotización» — mezcla hipnótica y veraniega donde sudas, pierdes peso y gastas dinero— todo lo que ocurre en la periferia de este capricho económico tan surrealista pasa desapercibido. No sólo es inútil criticar al Gobierno del país, que ahora dice que la crisis será un pozo negro del que nos va a costar salir, sino al propio consistorio de la ciudad, que en plena canícula y endeudado hasta las cejas se permite el lujo asiático de organizar en Miraflores un nuevo campo de fútbol, al que pretende soltar más de cien millones de euracos por todo el filete el año que viene. Le han encargado el despropósito a un arquitecto zaragozano que tiene en su haber unos cuantos fiascos, pero da lo mismo porque es de la tierra y amiguete además del clan político que monta los grandes saraos constructores. Hay que seguir con el ladrillo a cuestas, es así de triste, porque no hay otro negocio —por muy doblado que esté— que ofrezca tantas prebendas. Cien millones de euracos para montar un nuevo estadio, y más para un equipo de fútbol que acaba de descender de categoría, salta a la vista que es un trompetazo aunque desde el patriotismo chico y la tradicional cabezonería maña nadie osará vilipendiar al real Zaragoza. El lema es el de siempre: ande o no ande caballo grande. Cuando la economía se descuajeringa, cuando se debe más de las tres cuartas partes de la Exposición Internacional y las empresas constructoras están al borde de la quiebra, lleguen los jefes y decidan que huyendo hacia delante se avanza por el camino correcto. Al filo de agosto y nombrando a un gabinete de tiralíneas próximo a la casa, el chanchullo impacta menos y se opta por el grueso modelo neumático —que es la moda, fea como el demonio— al estilo magefesa, como una olla a presión. No faltarán tampoco los jardines colgantes ni las tiendas rodeando a la inmensa rueda destinada al balompié. Ni el rascacielos de pueblo, ejemplo Torre del Agua, que pone mucho al personal sentirse en Manhattan aunque sea en pantuflas. Los próceres irán echando la pasta en el nuevo estadio mientras el equipo juega en el viejo con el propósito de ascender nuevamente a primera división. Nadie garantiza semejante hazaña pero apostar por el fútbol mola en todos los sentidos, no sólo es rentable a nivel político sino que en el plano económico permite cargar las tintas lo que sea menester. Los imprevistos lograrán sobre la marcha que un proyecto de cien kilos acabe costando el doble y como no hay prisa en inaugurarlo se puede eternizar la obra. Qué mas da, el asunto es mantener alta la moral tras el cierre de la Expo. Visto que Gran Scala no despega y que la Yarda Digital se ha reducido a una fuente informatizada que remoja a los visitantes del meandro, el fútbol se convierte una vez más en protagonista del futuro tirón. No me extrañaría nada que los oscenses pidan tres cuartos de lo mismo a su ayuntamiento o al gobierno aragonés, al fin y al cabo están sus equipos en la misma racha y cuando vienen mal dadas es de sentido común que los eventos deportivos sirvan para canalizar las tensiones del populacho. Con el más próximo, que son los Juegos Olímpicos, la cadena estatal de televisión se ha propuesto inundar su parrilla durante el mes de agosto con el derroche muscular de los atletas y ha enviado a doscientos periodistas a cubrir las informaciones de Pekín. Si la gente no tiene para gastar en vacaciones conviene que se encierre en casa con unas cervezas mientras levita mirando cacha, sufriendo con las medallitas y olvidándose de lo que realmente ocurre en China. Si consigue distraerse de su hipoteca o de su propia libreta de ahorros, miel sobre hojuelas. Carme Chacón, la jefa del ejército, aludió a la miel cuando le preguntaron el domingo sobre sus pretensiones de ser algún día la primera presidenta de gobierno español. La Chacón, que es como Bono pero en mujer y a la catalana, se puso colorada y dijo que sería fetén. Corre por Europa una oleada de reconversión militar que puede empujar a esta señora hasta la cima de la clase política, y es consciente de la oportunidad personal que está viviendo en estos instantes. En épocas de crisis tiran del carro los deportes nacionales, pero también las guerras, y Europa está recibiendo presiones por parte de América y Rusia para que se modernice tecnológicamente en el plano militar. Hay que gastar en armamento sofisticado mientras vemos a unos chavales corriendo detrás de una pelota, saltando vallas o remando esforzadamente, lo que ocurra en Turquía nos da igual. Se trata de que en la aldea global todos tengamos boina. |