El verano es una estación propicia para extender rumores y propagar la información que no llega al kiosko durante el resto del año. Es una época contradictoria donde lo mismo hallan un hueco los intereses económicos más miserables, que salen a la luz los intrincados problemas que acosan a las zonas más recónditas del globo. La razón parece idiota y sin embargo resulta tan obvia que pone los pelos de punta: occidente está de veraneo. El gremio periodístico echa la persiana durante las vacaciones, dejando en la redacción, para que se ocupe de todo, a un puñado de becarios mal pagados y con escasa experiencia laboral. La Prensa, de la que se habla poco en los medios porque no mola poner la lupa al revés, vive de los anuncios y conforma empresas donde los intereses de sus empleados se pisotean tranquilamente. No es un asunto nuevo, al contrario, los antiguos linotipistas, ilustrados y revolucionarios de antaño, gestaron periódicos que hoy se considerarían panfletos y revueltas de sabotaje que se verían actualmente como proselitistas.
La Historia, desde el presente, resulta a veces irreconocible y ofrece el mejor caldo de cultivo para que se desarrollen en internet otras fórmulas informativas. Es extraño que, cuando más se lee y más tiempo hay para ver la tele y escuchar la radio, los periódicos adelgacen y los periodistas de relumbrón concluyan su temporada. Entonces aparecen en escena los dobles. Voces radiofónicas calcadas a las de las estrellas mediáticas ocupan los micrófonos durante las vacaciones. Hay que hacer oreja y escuchar los nombres para entender que habla un replicante y no el original. En los telediarios, donde resultaría más difícil —y más ridículo también— abastecer de profesionales con características idénticas a los líderes del «share» en los informativos, se entra de pronto en barbecho, un pasmo que sólo se alivia durante las citas olímpicas y los mundiales de fútbol, a parte de las vueltas ciclistas y asuntos de similar importancia.
Hemos oído que resulta absurdo que un país se paralice durante el verano, sobre todo en agosto, cuando el turismo es el rey de los negocios en este país y se chapan por norma los tenderetes. La prensa continental, en cambio, organiza anualmente su apagón informativo mediante el uso y aprovechamiento de los recursos humanos a su alcance, lo que provoca contratiempos de toda laya. A excepción de los medios del corazón, donde las noticias veraniegas se multiplican, en el resto del globo parece que no ocurra nada. Cuando la mitad del planeta, precisamente, vive su invierno y las noticias, por mucho que sea verano en el norte del mundo, producen y siembran las agencias de igual modo que en otras estaciones, saltan los clásicos rumores y las más rancias sandeces. Es una época cargada de probatinas, tontadas y desinformaciones.
En un primer plano brilla la banalidad, donde lo mismo cabe el monstruo del lago Ness, los mosquitos tigre o las medusas de la playa. Y en un segundo plano de repente saltan a la palestra las revueltas chinas de Xinjiang, una región autónoma poblada de rebeldes uigures que, igual que ocurrió hace nada con los tibetanos, es aplastada por el gobierno capitocomunista de Pekín sin que nadie mueva un dedo. Son cosas que ocurren, lo mismo en verano que en invierno, aunque los periodistas de éxito descansen a la sombra de un cocotero.
Gracias al verano, y a la alegre mentalidad de surtir a la población con chorradas sin miga ni fundamento, entran por la gatera las más variadas estrategias económicas. La última, y descarada, es la que están vertiendo ciertas empresas de aviación para influir en las leyes y normativas del transporte aéreo. Existe un claro interés en que se monten aviones con sitio para los pasajeros que deseen volar de pie a precios más asequibles y que de seguir en la misma línea podrán viajar colgados de los tobillos como si fueran perniles. Mediante taburetes y cinturones de seguridad, para facilitar su despegue y aterrizaje, ciertos fabricantes chinos estarían dispuestos a montar en las aeronaves tales características si lo permitiese la dirección de aviación civil. Líneas de bajo coste, como Raynair, estarían interesadas. De modo que se lanza la idea en los medios para ir creando una corriente de opinión. Y para calar en la gente con estas argucias no hay una época tan ideal como el verano. |