Montar el cirio
miércoles 21 de mayo de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    El Cabildo Metropolitano ha organizado un escándalo con los cirios y los beatos están que se suben por las paredes. La posmodernidad y el negocio desembocan en el Pilar gracias a la Expo y a la peña le parece el colmo, por eso se subleva. Si existe una tradición cómoda y casi pagana, cuya mayor expresión es ponerle un cirio a la Virgen, los zaragozanos se niegan a echar unas monedas en un cajettín para encender en su lugar una luminaria eléctrica, que será todo lo limpia y ecológica que quieran pero que no conlleva el menor esfuerzo. El que acude a la Basílica para implorar un deseo a lo más alto se deja caer por el Pilar como último recurso y cuando no queda ya la menor esperanza, de modo que tiene que pasar la vergüenza de comprar una vela del tamaño y altura del milagro que espera en una tienda de los alrededores, encajarla con las demás y vigilarla hasta que se consuma para que no le birlen la gracia que ruega le sea concedida. Es un gesto simplón, pero ¿qué merito tiene encender el interruptor de una lámpara que podría estar en tu dormitorio o en la cocina? Hasta aquí podríamos llegar, es evidente que entre una bengala y una antorcha cupieran las dudas, pero entre una bombilla y un cirio no hay color. Es otro símbolo popular que se pierde. Y van cientos. Entre las orgásmicas carreras para tocar chufa en la Expo se cuelan de rondón cantidad de chorradas y la última es la desaparición de las velas, el final del fuego y las llamas del Averno en la casa de Dios, que alcanzan las maravillosas obras de Goya estampadas en las cúpulas. El Clero sabe que llegarán multitud de turistas a echar fotos del techo, del besuqueo en la Santa Columna, completamente erosionada tras siglos de colocar allí millones de morros, y que no estaría de más que aflojaran la mosca en el altar de los deseos. Sin salir a comprar el cirio, que no hace falta. Es cuestión de echar unas monedas en el cepillo para que se encienda la lámpara de Aladino en versión cutre y católica. En lugar de mandar al reciclaje las espoletas y las bombas de la guerra civil que tienen colgadas en la Basílica, para escarnio de los republicanos y recuerdo de lo malos que eran, los curas prefieren quitar las velas porque son un engorro y lo ponen todo perdido de cera. Quieren hacer caja y controlar el monopolio de los óbolos. Colocar un segureta al lado del velorio, para ver si has pagado por prender tu propio cirio, les sale por un riñón. Lo electrónico es más barato, aunque pierde todo el mérito y resulta demasiado impersonal. Pero así es la tecnología. Los políticos maños y los empresarios de la tierra están muy preocupados con este asunto de los cirios en apariencia tan baladí, no vaya a ser que el obreraje, en vez de colgar una vela a la Virgen, como hacía hasta hoy, para ver si le suben el sueldo o el real Zaragoza no baja la próxima temporada a tercera división, se líe la manta a la cabeza y acuda directamente a dar leña a los responsables de cada cuestión, que es más práctico. El milagro era pasto de los sueños más ingenuos y ahora precipita eléctricamente, lo que no es bueno para las estructuras más rancias. En el mundo de los adultos, lo más parecido a la carta de los Reyes Magos es poner una vela a la Virgen del Pilar. La gente va allí con su cirio a que la Justicia le mueva unos papeles o a que el Gobierno y los catalanes entren en razón y no se lleven el Ebro hasta Barcelona. Es algo así como la ventanilla de Dios en Mañolandia y se ensimisman viendo la llama hasta que les da una lipotimia, entonces les echan en la cara un poco de agua bendita y los mandan para casa. Si no tienen con qué obsesionarse les puede dar por cualquier cosa. Y es un peligro.

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