Hay razones para cualquier sinrazón y todo puede llegar a pudrirse lo que convenga, depende de los intereses que haya en juego. Cuando hablan las armas sabemos que mueren las personas y con ellas la verdad más simple. ¿Es por el gas y por el petróleo de la zona por lo que ahora se riega de cadáveres el Cáucaso? Analistas tiene la madre prensa que nos harán entender la visión patriótica rusa, la georgiana y hasta la surosetia, pero difícilmente llegaremos a comprender que los trapos y sus colores merezcan la sangre derramada. Una vez más, recién inaugurados los Juegos Olímpicos, asistimos al inicio de una vieja batalla que nunca llegó a librarse. Como jamás es tarde si se puede sacar tajada, llega un instante en que se pone toda la carne en el asador y se prende la brasa. Es pronto todavía para saber lo que dará de sí, pero asusta mucho el lugar y el momento elegido para que arda la fogata. Georgia es candidata a entrar en la OTAN, y llama constantemente a las puertas de Europa. Al mismo tiempo es una aliada tradicional de Estados Unidos, desde la época en que la dirigió Schevernadze, el antiguo ministro de Asuntos Exteriores de Gorbachov, hasta hoy. Georgia tiene muchos frentes abiertos, porque se ha ido desmoronando desde que nació. Los abjasos y los osetios, que siempre han mirado hacia Rusia para independizarse de Tiblisi, se dan cuenta ahora de que su libertad está en manos de Moscú. La política internacional utiliza los separatismos según conviene. Hace nada vimos cómo nacía Kosovo bajo el aplauso de los países y capitales más potentes del planeta. Osetia o Abjasia nunca obtuvieron semejantes parabienes. Tampoco los chechenos. Los pueblos del Cáucaso están bajo la órbita de Rusia, son su «patio trasero», según la jerga de los comentaristas y politólogos. Vamos a ver imágenes crudas en los telediarios y como telón de fondo se va a tensar la cuerda de las relaciones entre Occidente y Rusia. La única duda que cabe a estas alturas es si le permitirán zamparse Georgia entera o llegarán a algún acuerdo bajo mano con los jerarcas rusos. ¿A cambio de qué? Los chinos están bien ocupados en mantener la barbilla alta con sus Juegos Olímpicos, parece pues un buen momento para animar el cotarro en Irán o en Venezuela. Bolivia, sin ir más lejos, decide mañana mismo si se desintegra en pedazos. El trozo del pastel no es la división en regiones autónomas, sino sus riquezas naturales. Esta toma de Osetia por los rusos parece más bien un trueque con las multinacionales occidentales: yo me quedo con este cacho y vosotros os quedáis con aquél. Cuestión de órbitas geoecómicas y paripé diplomático. No me imagino a los yanquis ni a los ingleses yendo a Osetia como si fueran a Afganistán. Ni siquiera veo a Zapatero diciendo que los de Georgia hacen bien en darles caña a los separatistas, quedaría feo. Así que los georgianos podrán largarse de los Juegos Olímpicos, protestar mucho en las Naciones Unidas, ¿y conseguirán algo más que palabras? Supongo que les enviarán armamento por toneladas, que el negocio es el negocio, y mientras tanto el común de los mortales seguirá muriéndose allí como se muere en todas las guerras. Alimentar el odio, a la larga, genera réditos. Supongo que el Tribunal Penal de la Haya juzgará a las malas bestias cuando acabe el follón. Si es que acaba y no resulta más interesante que se extienda, porque no hay nada más rentable que una guerra elástica. Los poderes fácticos, desde hace ya unos cuantos veranos, amenizan los medios de comunicación por estas fechas con nuevas batallas. El mundo es ancho y está mal avenido, de modo que tampoco es difícil montarla. Lo complejo es conseguir una vida pacífica y sin demasiados sobresaltos. Hay tanta chusma interesada en que no sea así que pone los pelos de punta. Da lo mismo que se celebren unos Juegos que una partida de parchís. Hemos tenido la desgracia de ver cómo los soldados chinos, en plena ceremonia inaugural, portaban la bandera olímpica marcando el paso de la oca y la izaban después sin ningún sonrojo en el estadio. ¿Ni siquiera les resultó inquietante? |