Para venirse arriba
miércoles 21 de septiembre de 2011
Sergio Plou
Artículos 2011

   Precisamente cuando todo parece perdido el sentido del humor se desborda. Cuentan las crónicas que «más de cien mil personas se congregaron ayer en Roma con el propósito de solicitar encarecidamente a la NASA que el satélite que caerá pasado mañana sobre el planeta lo haga sobre la cabeza de Berlusconi». Sabedores de los esfuerzos que hacen los yanquis para controlar el trasto sugieren que, por un pelín más de tiempo, no abandonen su cometido y centren la atención en derivar su trayectoria hacia las coordenadas que habían escrito en las pancartas. No es un acontecimiento real pero nuestra conciencia presta cierta credibilidad a la «noticia» porque en el fondo deseamos que algo semejante llegue a ocurrir algún día. Y no me refiero a que un cacharro de siete toneladas reduzca a este engendro político a la fosfatina, es que somos capaces de conformarnos con la idea de que sus paisanos reclamen a voz en grito un ápice de justicia celeste.

   Acostumbrados a las malas noticias, que Iberdrola corte el suministro a la oficina de turismo, a un par de pabellones polideportivos y a una biblioteca de Albacete, amenazando de paso con dejar sin luz a una guardería municipal, a nadie le obliga dos veces a repasar la lectura para rendirse a su certeza. Si el consistorio manchego adeuda más de un millón de euros al pingüe negocio de la electricidad, lo más frecuente, como ocurre con cualquiera, es que tarde o temprano se quede a dos velas. La consideración de la compañía a la hora de cerrar el grifo en los servicios «declarados como no esenciales» me parece chocante. La arbitrariedad con la que últimamente se decreta la importancia de una prestación infunde sospechas, máxime cuando todo el espectro de la casta política y empresarial parece estar de acuerdo en lo que es vital y lo que está expuesto a perderse. Sin embargo parece raro que nadie cuestione para qué necesitamos tanques y ejércitos cuando no hay pasta siquiera para las guarderías.

   Otra noticia, tan real como la anterior aunque parezca del mismo calibre que la primera, es la querella criminal que ha interpuesto la asociación Hazte Oír contra un blog, un diseñador gráfico y el sindicato de la CNT, todos ellos autores de los fantásticos delitos de «provocación al odio y a la violencia por motivos religiosos». En los apartados de dicha querella califican de apologetas del terrorismo o incluso de genocidas a los convocantes del concurso las «viñetas ateas». La demagogia que encierra la fe de estos hidalgos raya lo surreal cuando presentan «las pruebas». Situándose en el plano de un talibán, que amordaza la libertad de expresión en perjuicio de su propio clan, los querellantes se rasgan las vestiduras por las críticas vertidas contra su santo padre durante la reciente visita a Madrid. Confundiendo el sacrilegio con un delito o hablando de dios como si se tratara de un sujeto —y otorgándole por lo tanto derechos—, los fundamentalistas de esta organización dan por sentado que la doctrina católica, como la «sharia» en el Islam, ha adquirido por arte de birlibirloque rango de ley en España. Para hacerse una idea de hasta qué punto desbarran, a su nulo juicio el clásico insulto de «me cago en dios» está ni más ni menos que tipificado penalmente.

  Y para finalizar me ha dejado frío esa guardería para machotes que ha montado Ikea en Australia. La han bautizado «Manland», Tierra de Hombres, un refugio masculino para matar el rato mientras sus parejas compran en la gigantesca tienda. Allí pueden tirarse a la bartola en un sofá, jugar al futbolín, beber cerveza, comer salchichas y contemplar en pantallas gigantes de televisión las retransmisiones deportivas. Menos mal que sus responsables afirman que no hay porno ni tragaperras. Y que para fumar hay que salir a la calle.

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