Cuando no te esperas una situación acabas poniendo cara de circunstancias y te embriaga la perplejidad. No es normal que se nos venga encima una riada en junio, pero si ocurre es lógico que empape el meandro de Ranillas hasta el tuétano mismo de la Expo. Aún recuerdo cuando nos vendieron la moto de que una parte considerable de la zona sería un huerto ecológico. Si montas un show para concienciar al mundo sobre el desarrollo sostenible y aleccionar al planeta sobre la necesidad de hacer un uso racional del agua, la idea del huerto resultaba tan fascinante que levantó expectación entre los ecologistas. Ahora que brilla por su ausencia nos damos cuenta de que la ingenuidad no tiene precio, pero también que a la vista de la próxima inundación el hecho de plantar arroz y dejar crecer las cañas hubiera sido lo más idóneo. En su lugar echaron cemento por todas partes y perdiendo el culo hay que llenar ahora la charca del iceberg con sacos terreros, no sea que llegue el barrizal hasta los pabellones más delicaditos y se monte un cacao soberbio. No me extraña que la organización haya suspendido el primer ensayo genera. Lo llamaban «prueba de carga» y un servidor, que albergaba serias esperanzas de convertirse en fardo para cotillear semejante sarao, ni donando el sofá para levantar allí un muro de contención lo conseguiría actualmente. Está claro que, como siempre, nos pillará el toro. Primero, porque se ha construido el tenderete de la Expo donde menos convenía y, segundo, porque se ajustan tanto los plazos que una lluvia de más obliga a los jefes a encender una bombilla a la Virgen. No es la única perplejidad que asuela a los zaragozanos en estos días. La más llamativa, si dejamos los desfiles y la realeza a parte, viene una vez más de la mano del alcalde. Como si no hubiera escritores en estas tierras, incluso en el resto del globo si me apuran, acaba de elegir como cronista de la Expo al jefe del partido popular en el consistorio. El señor Buesa, cuya sapiencia nadie discute, se presentó a las pasadas elecciones haciendo proselitismo de su incombustible vecindad, y es innegable que pasará a la historia como El Vecino por antonomasia. Debió pensar el alcalde que nadie mejor que un vecino para echar loas al evento. Si se jacta de ejercer como tal y además es el patricio del partido opositor la jugada es redonda. Como el regalo está envenenado, lo lógico hubiera sido que El Vecino al cuadrado, muy galante, hubiese renunciado a tal honor pero a nadie le amarga un dulce. Ahora que los del Heraldo se han quitado de enmedio a Fatás, porque ya no les sirve como director, el alcalde habría triunfado ofreciéndole el caramelito. Pero la leyenda urbana nos cuenta que estamos inmersos en un proceso de caída libre hacia una nueva era retrógrada, que van a venir tan mal dadas que los jefes están moviendo peones para apretarnos las clavijas y que la derecha más vulgar, la que tiene las perras, quiere subir al poder para tomar las riendas. Dicen que es cuestión de tiempo, aunque está por ver. No hay nada más hermoso que contemplar a los que se dicen progresistas dando cañazo a sus votantes en plena recesión económica. Durante la época de Felipe González desmantelaron todo el tejido social, de modo que tienen experiencia. En las ciudades pequeñas, y más si sufren delirios de grandeza, se nota una barbaridad el movimiento centrípeto, por eso El Vecino va a ser el cronista oficial de la Expo 2008. Es un síntoma de que vamos en esa línea y el alcalde está a la que salta. Por eso se trae al ejército y a los monarcas, por eso hace bandos de carácter católico y acude a la procesión del Corpus. El alcalde no tiene un pelo de tonto. Huele el tufo conservador que impregna al populacho y sabe que a las siguientes elecciones, si no juega con dos mazos, lo tiene chungo. Así que queda como un señor ofreciéndole al Vecino la insigne libreta de las crónicas de la Expo. Por el mismo precio además se ahorrará un sueldo, ¿o es que pretende cobrar? |