Para salir de una situación complicada no hay nada como ponerse las pilas. ¿Dónde? En el mismísimo cerebro, ¿dónde si no? La Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados para Defensa (DARPA), organismo autónomo del gobierno norteamericano que mantiene a más de doscientos cincuenta individuos en nómina, hizo un estudio con un par de grupos de soldados y llegó a la conclusión de que la electricidad, en pequeñas dosis, produce interesantes efectos en el comportamiento y aprendizaje de las personas. Ambos equipos entrenaban entonces con simuladores «adwars bush», un programa de ordenador que permite interactuar a múltiples sujetos mientras ejecutan acciones bélicas. Se utilizó en la guerra de Irak con resultados gozosos y ahora se está perfeccionando.
Se desconoce hasta dónde han podido avanzar los niños mimados del DARPA pero la última perla conocida es que realizaron pruebas con pilas de nueve voltios. El primer grupo recibió descargas de dos miliamperios en el cráneo y el segundo de tan solo una décima. Aquellos que soportaron mayor corriente mejoraron el doble y su aprendizaje fue mucho más rápido.
Hay que tener en cuenta que para los militares el hecho de mejorar y aprender no significa lo mismo que para los civiles. Ir por ahí matando gente, aunque sean del mismo gremio y vistan otros uniformes, no implica mejora social ni aprendizaje de ninguna índole. Además nos sale carísimo. Cuarenta y tres millones de euros ha enterrado hasta hoy el gobierno español en la guerra de Libia, fortuna que bien empleada hubiera servido para mejorar la sanidad y la enseñanza públicas. El gasto, aprobado en las Cortes, se va a prorrogar lo que haga falta. A costa incluso de que, una vez terminada la guerra —vaya usted a saber cuándo— tengamos que ocuparnos de la salud mental de los soldados supervivientes, al margen de sus sueldos y pensiones y de la reconstrucción general del destrozo que hayan causado en aquel país. Pero allá penas, todo sea por el bien de la industria de armas. Todo, incluso estimular el cerebro mediante corriente directa transcraneal, lo que se denomina en jerga TDCS, un gracioso chisporroteo que ayuda a tratar la depresión de la misma forma que estimula el aprendizaje. Así que después de bombardear por error un hospital conviene llevar las pilas bien incrustadas en la mollera, no vaya a ser que nos dé un ataque de congoja. Supongo que con una pila de nueve voltios clavada en el coco se está muy despierto y contento.
Los muchachos del DARPA manejan un presupuesto de más de dos mil millones de dólares anuales, gracias a los cuales pudo crearse la primera red de ordenadores en línea, lo que ahora llamamos internet o inventar incluso el GPS. Con dinero y talento se consiguen maravillas. Funcionan desde 1958 y llevan tanta Historia a sus espaldas que son pioneros en la investigación de misiles balísticos, pruebas nucleares, detección mediantes rádares, rayos X, infrarrojos y rayos gamma. Como orwellianos que son, les apasionan las ciencias del comportamiento humano, la inteligencia artificial y el desarrollo de realidades virtuales. Aparte de invitar a la peña a que se ponga pilas de nueve voltios en el coco, los chavales del DARPA trabajan en un dispositivo capaz de rastrear países enteros mediante la colocación masiva de cámaras. Proyectan construir también un artefacto militar terrestre que pueda echarse a volar si es necesario y un avión hipersónico, capaz de alcanzar la velocidad de mach 6 sin piloto y en vuelos militares estratosféricos. Desconozco qué habrá sido de esos tubos que se colocaron a la espalda unos menganos durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984 y que, ante el asombro de la concurrencia, les permitían flotar por el estadio. Seguramente los inventó el DARPA, aunque no haya constancia de ellos en ninguna batalla lo mismo se emplean en guerras futuras, quién sabe.
No dudo de que con el tiempo tal vez seamos más listos a fuerza de garrampazos. Es posible también que veamos por fin que vuelan los coches, las motos, los trenes y hasta los carritos de los bebés, espero que no sea producto de algún bombazo. No deja de ser triste que muchos avances tecnológicos lleguen siempre de la mano de una industria tan dañina como la militar. Una industria subvencionada, que consume presupuestos impresionantes y que tarda un horror en devolver a la sociedad una mínima parte de sus inversiones. Además lo hace en forma de negocios que enriquecen a una selecta minoría y que sin embargo pagamos todos un par de veces. Algunos hasta tres, pero ya no viven para contarlo. |
si te ha gustado compártelo en
_______________________________________________________________________________________________
|
|