Mientras los catorce artesanos sirios montan bajo la lluvia que sigue cayendo en Zaragoza la gigantesca noria, cuyo mecanismo hidráulico se yergue poco a poco en la cabecera del Parque Metropolitano del Agua, a golpe de martillo en los clavos de forja y de manera absolutamente manual, el consejero de Medio Ambiente de la Generalitat de Catalunya firma por decreto que los ciudadanos de Barcelona continúan teniendo una sed inagotable, aunque llenen sus piscinas particulares y suba el nivel de sus embalses. La noria mesopotámica necesita casi quinientos litros de agua por segundo para dar una vuelta, simbolizando en cada giro el encuentro entre Oriente y Occidente bajo la cultura de la paz. Los pueblos mediterráneos manifiestan una historia común demasiado comercial y tramposa, cuyo rasgo distintivo suele ejemplificarse en los eternos conflictos de riego y canalización. El líquido elemento resulta tan importante para el desarrolllo de cualquier pueblo que a los gobernantes no les tiembla el pulso a la hora de cambiar las leyes. Lo que era válido ayer para decretar una sequía, hoy se antoja un problema para las obras del gigantesco tubo que unirá el Delta con la ciudad condal. Rompiendo los baremos anteriores y garantizando la excepcionalidad con argumentos peregrinos, lo sostenible se convierte en una sartén cuyo mango agarra con fuerza el consejero catalán de Medio Ambiente, que irá dictando a medida de su conveniencia cuándo se abre o se cierra el grifo del Ebro antes de que llegue al mar.
La noria mesopotámica de la Expo se ha convertido por derecho propio en el símbolo de una pelea antigua que todavía sigue vigente y los artesanos de Siria, a martillazo limpio, cada día que trascurre nos demuestran con su meticuloso ingenio cómo ha sido de dura desde lo más antiguo la eterna lucha del ser humano por sobrevivir. La noria, como la Expo entera, es un punto caliente en el mapa. Sobre todo ahora que el gobierno aragonés parece decidido a pedir la derogación del trasvase. Los puntos calientes son susceptibles de cualquier gresca, atentado o sabotaje, por eso nos encontramos en fase precrítica. Como son pocas las obras que asuelan la ciudad, el ayuntamiento va a cortar desde el sábado por la noche el paseo de la Independencia al trafico rodado con motivo de la celebración de un torneo de baloncesto. Es para abrir boca, porque se chapará toda una semana, desde el día 26 hasta el día 1 de junio, jornada esta última en la que se celebrará un apabullante desfile militar para mayor gloria y ensalce de las Fuerzas Armadas. De esta manera el centro de la capital del valle será literalmente tomado por el ejército. Mil setecientos soldados, noventa vehículos militares y más de cuarenta aviones se desplegarán por Zaragoza para conmemorar tan magno evento. Colapso total, con su jura de bandera incluida en la plaza del Pilar, sus bandas tocando música militar en el Parque Grande y la cachonda organización de un circuito temático dirigido a captar adeptos entre la más tierna infancia. Salta a la vista que semejante alarde no es suficiente para dirigir un mensaje de fortaleza a los invisibles enemigos de la ley y el orden durante la Exposición Internacional, por eso nuestro consistorio continúa ampliando sus efectivos de la policía local. Su nuevo cuartel en el Tercer Cinturón por desgracia no estará en condiciones de albergar a la mayor parte de la plantilla lo menos hasta octubre, pero las oficinas y el papeleo se trasladarán allí en breves desde el antiguo cuartel Palafox. En estas instalaciones los policías gozarán de piscina, gimnasio y un par de salones para pegar tiros. Cualquier derroche es poco para mantener intacta nuestra dicha y seguridad ciudadanas. |