Ciertos inventos nunca me han gustado. Tal vez no hubiera otra forma de sacar adelante proyectos de mayor tonelaje, pero con el paso del tiempo se ha demostrado que no merecía la pena formar sociedades anónimas municipales - en lo deportivo y en lo cultural - si hay que recurrir al aval del ayuntamiento para levantar estas empresuelas mixtas. En una tierra en la que siempre se caga con medio culo, montar negocios con padrino institucional podrá ser un chollo para sus directivos pero socialmente siguen sin funcionar. En primer lugar porque la pasta que se pone es rala y en segundo lugar porque no hay ganas de que sea mayor el volumen de gastos. La gente de la calle sigue pensando que la bohemia se lo lleva calentito sin dar un palo al agua, y así no se sale del hoyo. Los catalanes, por ejemplo, se han fundido una fortuna en teatro y por lo tanto sus compañías pueden hoy levantar el telón con mayor éxito que cualquier otra en el resto del Estado. La inversión en cultura aragonesa, y en la zaragozana particularmente, sigue bajo mínimos económicos. Recordemos el triste episodio del ballet de la ciudad, que echó la persiana por falta de fondos. O la ruina literal del Teatro Fleta. O los rocambolescos quítate tú para ponerme yo en el Centro Dramático de Aragón. Si no hay negocio en la cultura es porque las inversiones son testimoniales. No existe el I+D+I para la cultura que tanto cacarean en otros gremios los economistas, sólo Miseria & Co. O como mucho el eslogan de resiste y vencerás, que es lo de siempre en estos lares. La quiebra técnica de Zaragoza Cultural, a tres meses escasos de la Expo, lo dice todo.
Su creación, para potenciar la llegada de espectáculos a Zaragoza, que desde el ámbito de la concejalía de cultura acabarían con su presupuesto, no ha repercutido precisamente en traer grandes eventos. Ni siquiera, en su defecto, un número mayor aunque de menor calado. Al contrario, ha ido chupando parcelas propias del consistorio - como las Fiestas del Pilar - y no ha conseguido hacerlas rentables. La carpa de Valdespartera y su déficit presupuestario es un ejemplo de semiprivatización fallida. Las Fiestas, que tienen a mi juicio poco que ver con la difusión y promoción de la cultura, se han convertido en un mareante follón de actividades - en su mayoría callejeras y por lo tanto gratuitas -, destinadas desgraciadamente a levantar un programa aplastante y sin ninguna continuidad a lo largo del año. Comienza a ser indignante que nuestros poilíticos, al margen de su pelaje partidista, se quejen siempre del bajo porcentaje económico que se dedica a la cultura y que no hagan nada por remediarlo. Creer que la solución estriba en cambiar de gerente en esta empresa mixta no deja de ser un chiste humor negro. Supongo que los mandamases llegarán a un apaño para resolver la situación con un nuevo parche, pero va siendo hora de que comprendan el fondo del problema. |