Como llueve que da gusto, en Barcelona han decretado que ya se pueden ir llenando las piscinas de los chaletes y las urbanizaciones, que el verano se aproxima. Con esta medida se da por terminada la alerta y acaba la sequía, de modo que la Diputación General se siente obligada a pedir que se anule el trasvase. El gobierno aragonés tiene vocación arbitral, lo único que ocurre es que hace tiempo ya que se acabó el partido. Los que elaboran sus informes se han dado cuenta ahora, camino del despacho, que la calle está plagada de charcos y que también cae el agua con la misma profusión en Cataluña, así que no hay razón para acometer la tubería de marras. O dicho en román paladino, que suena más legalista: ya no existe viabilidad jurídica. La Comisión Jurídica Asesora —la COJA— recién contrariada por el Justicia, que también sabe de informes y de llevar la contraria, se anima a recurrir el decreto de la conexión del Ebro por el Delta hasta la ciudad condal gracias al cambio de actitud atmosférica. El trasvase les importa un pepino, lo importante es que diluvia y que no hace falta tomar medidas excepcionales. Les sobra tiempo a los barceloneses para acabar su desaladora porque llueve sin parar, de modo que no sufrirán agobios ni carencias de agua durante los próximos meses y todavía se están tronchando por allí de la risa con semejante ocurrencia. O nuestros políticos son más inocentes que el asa de un cubo o ya no saben cómo limpiar su imagen pública. La imagen, como todo en esta vida, se retrata mediante una foto y las instantáneas dejaron clara la mansa postura del gobierno aragonés en cuanto a la sostenibilidad y desarrollo del río más allá de sus fronteras autonómicas. En una política de hechos consumados, que te asista la ley es lo mismo que tener razón: no sirve de nada. Basta con echarle un vistazo al asunto de los B¡enes de la Franja. En pleno siglo XXI el insostenible Derecho Canónico y la infalibilidad del Papa importan una higa. Imaginen pues lo que importa la COJA. Aquí se funciona sobre la marcha y en un par de semanas comenzarán las obras de la tubería que pagaremos a escote todos los ciudadanos del Estado, expropiaciones incluidas, así que sólo queda lamentarse y clamar en los juzgados pertinentes. O sea, dar voces en el desierto esperando que haya eco. Creer que el Congreso de los Diputados dejará sin efecto una ley firmada por mayoría absoluta supone un error tan evidente que parece un gesto a la desesperada, un coquito hecho con el propósito elemental de satisfacer a la afición. Este tipo de mímica es frecuente aplicársela a los niños para mantenerlos felices e inducir su carcajada. A menudo la practican los políticos cuando hacen chanzas para granjearse el aplauso de la concurrencia durante los mítines y los debates, pero su única utilidad estriba en pasar el rato mientras se hace la digestión. Con la panza llena y en el Palace de Madrid, el alcalde de Zaragoza se lanzó ayer en el Foro de la Nueva Economía a mantener sus dudas sobre el rollo patatero de los casinos de Gran Scala en los Monegros y en lugar de coquitos hinchó el hocico, se amorró al micro y torció el gesto. Del mismo modo que ha sabido llamar al trasvase por su nombre, el alcalde apostó siempre por la incredulidad frente al negocio del juego asegurando que, en el caso de llegar a construirse, afectaría poco a la economía de la capital del valle. Aprovechó, como siempre, para vender la Expo allende las fronteras y también como siempre que tiene que leer más de treinta cuartllas seguidas este hombre la cagó a la hora de aconsejar a los presentes que vinieran este verano a Barcelona. ¿A Barcelona? Pero, ¿cómo se puede equivocar un alcalde a la hora de nombrar la ciudad que dirige? ¿Será que desde el Zorongo se pierde la orientación? |