Sahara
miércoles 10 de diciembre de 2008
© Sergio Plou
Artículos 2008

    Exactamente desconozco lo que me encontraré en Tinduf pero me hago una ligera idea, es cuestión de no darle demasiadas vueltas a la olla. Igual que otros años me fui a Cuba o al Perú, y terminé siendo un incomprendido, ahora con el Sahara la gente tampoco se queda con la copla. Lo primero que piensan es que se trata de un viaje de placer, que haré «tumbing» en un hotel de muchos cometas y disfrutaré del lujo y del confort a mandíbula batiente. La ignorancia es tan atrevida que te golpean en los lomos diciendo con retintín que hay que ver cómo te cuidas. Cuando descubren que el placer del viaje consiste en ir a un campamento de refugiados perdido en el desierto argelino se quedan pasmados. Te miran de reojo, como si fueras un degenerado que se siente superior al rodearse con la miseria ajena. Cuando requiero su colaboración, pasándoles una lista sembrada de artículos de primera necesidad, se descolocan del todo. Lo mismo eres socio de alguna ONG y no lo sabían. Igual has recibido una llamada espiritual por internet y en cualquier instante ingresas en el seminario. ¿Qué diantres te pasa?
    Resulta preocupante que la sociedad esté tan desarticulada, pero no soy mecánico ni me he apuntado a ningún máster en sociología. Parto de la base que la caridad, aparte de insultante, es lamentable. Apoyar a un pueblo con tu simple presencia puede parecer una ridiculez, pero menos da una piedra. En el peor de los casos, lo que pueda hacer en el Sahara, aunque no sea determinante, me abrirá los ojos a nuevos horizontes. Cada día que pasa y a medida que voy cogiendo años, mi afán de protagonismo mengua de tal modo que ya me causa hilaridad.  Así que no voy a ser ni mejor ni peor persona por elegir el Sahara para pasar este fin de año. Me gusta conocer de primera mano lo que ocurre en el planeta y echar una mano, no hay más, ¿tan raro es? Reconozco que soy un cotilla, por supuesto, nunca lo he ocultado, pero tampoco puedo evadirme de que tenemos una parte de responsabilidad civil en cómo se desarrollan los acontecimientos en aquél limbo.
    Nunca me he sentido responsable de las acciones que han cometido los gobiernos de este país a lo largo de la Historia, del mismo modo que no me subyugan las banderas ni los patriotismos tampoco me comprometen los pasaportes, pero la injusticia es tan palmaria que provoca vergüenza ajena. ¿Cómo se puede compensar la situación? Yendo allí, no conozco otra fórmula de expresar mi disconformidad con lo que les pasa. Conviviendo con los saharauis y contemplando con mis propios ojos la situación en la que viven, se percibe en toda su amplitud el significado de su resistencia, de su paciencia infinita y su generosidad en recibirte. Igual que existen delitos contra la humanidad, un gesto solidario de las personas puede, aunque sea durante un instante, equilibrar la balanza. Hacer este viaje es de sentido común. Aportar un grano de arena al gigantesco desierto, no para enterrar sus aspiraciones sino para que siga cobijando a los millares de personas que hoy residen en las zonas liberadas, es una experiencia que merece la pena vivirse. Compartir con estas gentes el principio y el final de un año tan duro como el que estamos viviendo es un gesto simbólico. Significa que no les olvidamos. Y lo que es más importante, que no nos olvidamos de nosotros mismos.

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