La mayoría de la gente todavía no está preparada para una revolución y sin embargo más de la cuarta parte de la sociedad pasa olímpicamente de acudir a las urnas. Salta a la vista que esta democracia no es representativa. Hay más abstenciones que votos para el PP, así que la mitad de las poltronas de las Cortes aragonesas y del consistorio tendrían que estar vacías, sin embargo el sistema no cuenta a los que se desentienden. El sistema actúa como un organismo vivo muy egoísta, de hecho se limita a engordar, y piensa que el que calla, otorga. Es cómodo pensar así. Tampoco cuentan para el sistema —que rima con enema— los parados crónicos, los que ni siquiera se apuntan a las listas del desempleo, porque estar en una lista de desocupados no te arregla la existencia.Entiende por lo tanto que se han buscado la vida de otra forma, en la economía sumergida, por ejemplo. El sistema está barajando la idea de que se salden las hipotecas entregando la casa a los bancos, así no hablamos de todos los pisos vacíos, que tendrían que alquilarse a precios económicos para que la gente tuviera dónde vivir. El sistema es tan listo que opina que el PSOE ha hecho ya su trabajo, por eso está quemado y no goza de credibilidad suficiente como para seguir recortando derechos, sueldos, jubilaciones, pensiones, educación, sanidad, y todo lo que se le ponga por delante, así que le pasa el testigo al Partido Popular. El bipartidismo funciona. Los buenos y los malos, la estética del blanco y negro, alimenta esta democracia ficticia cada cuatro años para perpetuar los privilegios de la casta financiera, religiosa, militar e incluso monárquica. Por eso el Partido Popular toma ahora las riendas para continuar con el caos de las privatizaciones, la ley de la selva y el crack generalizado. Lo hará en los ayuntamientos y en las comunidades autónomas tranquilamente y cuando la peña comprenda que el PP no ha venido a arreglar nada, que esta gente no son bomberos sino pirómanos, será tarde porque el sistema habrá colapsado. Si no lo ha hecho, podrá recurrir al PSOE en las próximas elecciones para rematar la faena. Siempre ha sido así. Lo creamos o no, el capitalismo se devora en cada mordisco que atiza. Ya no puede crecer más, salvo que lo haga a nuestra costa, y en esas está. Igual que el pez que se muerde la cola.
La respuesta del sistema a las movilizaciones del 15 de mayo es la constancia. La sociedad civil está desarticulada, no tiene costumbre de tomar decisiones, se cansa enseguida de las asambleas, necesita cambios rápidos y eficaces y tiene poco que hacer contra la fabulosa maquinaria que lo reprime. La esperanza de estos días puede diluirse como un azucarillo gracias al clásico esquema del divide y vencerás, o sea, reduciendo al silencio las protestas mediante la ampliación del problema: si no queréis al PSOE, ahí tenéis al PP. Apañároslas. Es una dialéctica vieja. La hemos visto en la época de Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar, Zapatero y la seguiremos viendo si llega Rajoy al poder. El tándem PSOE/PP siempre ganará las elecciones. Engañarse no conduce a nada. Pensar que algo ha cambiado tras las movilizaciones del 15 de mayo y que ha cambiado para peor es absurdo. Una parte importante de la sociedad ha tomado conciencia de lo que se nos viene encima, pero falta educación e información para romper los esquemas. Los medios de comunicación siguen manipulando el mensaje favoreciendo la estabilidad institucional. Pero la estabilidad institucional nos conduce al abismo. ¿Estamos en las mismas? ¿Acaso creíamos que el sistema se desmoronaría tontamente? La revolución debe ser tan constante como la máquinaria del sistema. Comprendo que desanime mucho observar los resultados electorales, pero no deja de ser chocante que todas las peticiones de las asambleas irán ahora a los ayuntamientos y a los parlamentos autónomos y que, gobernados por el PP, no les quedará más remedio que significarse. Tampoco nos hagamos ilusiones. Intentarán apagarlas, pero las demandas siguen siendo las mismas. Los problemas no han cambiado. La realidad es muy parecida. En el ayuntamiento de Zaragoza, por ejemplo, pueden saltar chispas a la hora de elegir un alcalde... Logremos que salten esas chispas. Es mejor convertirse en la aldea de Asterix, que todavía resiste al invasor, que lamentarse de las pérdidas. |