Acercándonos ya a los pilares y a la clásica fiestorra nacional, confluyen en casacada un puñado de noticias sugerentes. Zaragoza, a parte de obispo y frontón ya tiene agencia de Naciones Unidas. Sin ordenadores, por supuesto, de modo que el show de la inaguración no tuvo lugar en la pocholísima sede de la Casa Soláns sino en el gobierno autónomo. Al mismo tiempo nos enteramos que levantar la Expo supone emponzoñar el planeta con medio millón de toneladas extra de CO2. Pero que no nos pongamos nerviosos. Lo mismo que hemos drenado el río para que quepan los barcos, Ibercaja suelta unos euracos y plantamos un millón de árboles. No en la Expo, claro, empiezan por Épila. De hecho la última tromba de agua que cayó el miércoles, a parte de paralizar las obras de la nueva comisaría de l tercer cinturón (hay tantos policías ya que podemos hablar de tirantes), dejó como una sopa la arboleda que debería calmar nuestras conciencias. Y si el ecologismo aún con todo se siente defraudado por la Expo, no hay tampoco que preocuparse. Se sube el precio de la recogida de basura un 11 % (casi cien euretes por maño) y todos contentos. Es por una buena causa, mujer. Yo pienso que las causas, últimamente, son los efectos secundarios del cada vez más irritante patriotismo que nos rodea. Pero las buenas causas son como el melón con jamón, que a todo el mundo se le hace la boca agua. A los políticos se les llena la boca de grandes argumentos y se manipulan los guiones de tal forma que al final huele a chasco. La prueba es que no se cuida lo fundamental, pero se bruñen mucho los símbolos.
    Es simbólico que ahora se echen pozales de dinero en la película de Alejandro Toledo. La Diputación Provincial - antes si quiera de rodarse una escena - acaba de soltar 50 kilazos. Y como va sobre la Guerra de la Independencia la han declarado poco menos que monumento de interés. Sólo confío ya en que José Luis Corral, el autor de la novela en que se inspira la obra, consiga mantener un ligero tono social y que la épica y el heroísmo no se desnaturalicen del todo. Una sobredosis de símbolos rayaría el esperpento y es lo último que necesitamos.