Las redes sociales agotan una barbaridad, pero son los medios de comunicación del presente. Y lo son porque permiten la expresión individual al mismo tiempo que la colectiva. Las grandes corporaciones de la información, los periódicos, las radios y las televisiones, defienden los intereses económicos de sus dueños, por lo tanto caminan varios kilómetros y varios días por detrás, y sólo cuentan lo que realmente ocurre cuando el movimiento de la sociedad es demasiado visible: cuando resulta imparable. Tras la manifestación de Democracia Real Ya el pasado domingo día 15 recibimos de las instituciones que en teoría nos representan el mayor de los desprecios: la ignorancia. Los partidos políticos continuaron en campaña como si nada hubiera ocurrido y los periodistas, lejos de marcar la diferencia, siguieron asistiendo a los mítines para retratar el folclore. Sin embargo, era en la calle donde se estaban generando las auténticas preguntas. La acampada de la Puerta del Sol en Madrid fue la segunda respuesta ciudadana al intento de silenciar la voz de la gente y su desalojo fue la reacción del sistema a una actitud pública que comenzaba a molestar a los jefes. Los intentos de manipulación desde entonces no han cesado.
La voz de Cristina, una ciudadana corriente, que en plena tertulia de Radio Nacional se indignó ante los comentarios que allí se vertían, refleja el hartazgo de toda la población de una manera brillante. No cabe ninguna duda de que los intentos de acallar la protesta han derivado en su ensalzamiento y las acampadas son hoy una realidad en todo el país. El mero hecho de que existan es asombroso. A día de hoy ningún partido político, ninguna central sindical, ningún gobierno local y autonómico, han dicho que estén dispuestos a aceptar las demandas sociales que surjan de la indignación ciudadana. Es lógico, por lo tanto, que las acampadas se conviertan en asambleas. Es el momento más delicado de cualquier revolución: la articulación de las demandas. La maquinaria desinformativa va a continuar expresándose mientras tanto con todos los medios económicos a su alcance. Los partidos políticos seguirán intentando convencernos de que aquí no pasa nada y que la fingida alegría de sus mítines es mucho más importante que lo que ocurre en las calles. Así que debemos estar preparados para, si es necesario, dar el siguiente paso. ¿Cuál? Éste es el meollo del asunto, pero no deja de ser hermoso que todavía quepan todas las posibilidades.
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