Durante el verano ocurren fenómenos extraños. La inactividad que sobreviene al calor es un espejismo. Creemos estar en estado letárgico cuando en realidad se producen movimientos de tanteo o sencillamente se destapan de pronto los acontecimientos que durante años se fueron planificando. La naturaleza suele advertirnos del doble rostro que tiene el calor y suele hacerlo a lo grande. El Perito Moreno, uno de los mayores glaciares del planeta, se resquebraja durante el invierno austral. Causa pavor escuchar el sonido crujiente del hielo patagónico argentino mientras ocho jefes de estado, allá en Japón, acometen el gesto inútil de tomar una pala y plantar un árbol. Hace veinte años tal vez tuviera un sentido la faena, pero ahora que los glaciares se descongelan ante la impotencia del mundo el mero hecho de ver a los ilustres mayordomos de las multinacionales convertirse en jardineros de pega resulta patético. Menos mal que, antes de acabar la cumbre, los ricos soltaron la propina en la bandeja de África. Seis mil millones de euros cuesta encender los fogones del restaurante mundial. Mientras los líderes del G-8 regaban su banquete de fin de curso con los finos caldos de California y Hungría, borgoña de Château Latour y champán Le Rêve, además del sake japonés, los pobres de la Tierra podrán asistir durante un año más al comedor asistencial que las Naciones Unidas abre a diario en las zonas más miserables. Es un detalle que les honra, sobre todo tras haberse zampado los diecinueve platos del exquisito menú degustación que preparó a los jefes el afamado chef francés Michel Bras, galardonado últimamente con tres estrellas y un asteroide por la Gúía Michelín. Así es la vida de incomprensible en el proceloso territorio de la diplomacia internacional. Para celebrar el convite, en Irán, esta misma mañana y a eso de las nueve y media, los guardianes de la revolución acaban de lanzar con éxito el misil Shihab-3, que tiene un alcance de dos mil kilómetros. Este alarde de los persas se produce poco después de que en Praga, los checos se comprometieran a aceptar la instalación en su país del rádar para el escudo antimisiles norteamericano, circunstancia que produjo la airada contestación de los rusos. Sólo falta por conocer dónde se colocarán finalmente los misiles «interceptores», si en Polonia o en Lituania. Da la impresión de que la cuerda se está tensando progresivamente. Los atentados en Afganistán, y el de hace unas horas en el consulado estadounidense de Estambul, favorecen un desagradable clima veraniego en el mundo. Las industrias de armamento parecen muy interesadas en salvar su balance económico en medio de la crisis, justo antes de la celebración de los Juegos en Pekín —al que los líderes del G-8 prometieron asistir— y en plena carrera electoral entre Obama y Mc Cain. Lo que consigan estas grandes empresas, de las cuales el entorno de Bush forma parte, atarán de pies y manos al futuro inquilino de la Casa Blanca. Tras el derrumbe del telón de acero, a finales del siglo pasado, la política internacional se ha vuelto más compleja y polarizada que antes, lo que favorece el desarrollo de la tecnología militar en nuevos frentes. Las multinacionales del automóvil y los electrodomésticos son en buena parte sucursales civiles de su emporio de guerra. Cuando usted compra un coche, una nevera o una cocina está colaborando en más de un 20% a que los mismos accionistas inviertan sus beneficios en armamento, cuya fabricación, como todos conocemos, es mucho más rentable. Ahora que la construcción se está yendo al garete, los inmuebles que se levantan son menos y necesitan menos electrodomésticos. Tampoco se compran tantos coches. La deslocalización, la fuga de las empresas al Tercer Mundo para encontrar allí mano de obra barata, es una constante que se multiplica. El anuncio de Siemens, la multinacional alemana, de que despedirá a más de diecisiete mil empleados próximamente, no es más que un ejemplo de la desaceleración en que estamos envueltos. Dicen en los foros de género que el «hombre nuevo» se hace mucho de rogar. Que las mujeres han cambiado pero que sus compañeros masculinos se atrofian en clichés antiguos y se refugian en viejos estereotipos. Echando una ojeada al planeta en este cálido verano parece que estemos viviendo el preludio de una regresión. |