Según un equipo de psicólogos americanos de la Universidad de Boston, la peña prefiere sentir antes las emociones más útiles que los placeres. Ya se sabe que a los yanquis se les suelta la pinza una barbaridad y que les gusta utilizar los hechos al antojo de las empresas que costean sus investigaciones. Como se van dando cuentan de lo escasamente fidedignos que son algunos de sus estudios, a la hora de publicitarlos suelen entrar en detalles, momento en el que la cagan por partida doble ya que se les ve el plumero. Para intentar demostrar sus argumentos han echado mano de dos tipos de videojuegos: uno de carácter violento, en el que se matan un millón de malos por pixel, y otro más pacífico, donde hay que guiar a una camarera para que sirva con agilidad a sus clientes. Si ya de partida la elección de materias resulta cuando menos risible, la posterior manipulación de las conductas y de las inquietudes de los participantes raya lo absurdo. Los conejillos de indias más agresivos se decantan rápidamente por los entretenimientos de tiroteo, donde se ponen de mala leche en aras de concentrar su ceguera intelectual en la mirilla telescópica y los más pacientes y cachazudos buscan en el noble oficio de la hostelería conducir rápidamente a la trabajadora entre las mesas para que vaya tomando nota y soltando viandas a los comensales. Los tranquilos acaban de los nervios ejerciendo desde las sombras el papel de jefe, mientras que los exaltados se relajan un horror entre los disparos de la guerrilla y la jerga de los paramilitares. Suponiendo - que ya es mucho suponer - que pueda encontrarse algún placer durmiendo las neuronas con cualquiera de ambos pasatiempos y entendiendo - que ya es mucho entender - que el único divertimento consista precisamente en ganar, es decir, en competir contra un programa informático (que ya es triste), puede apreciarse que los jugadores se ven obligados por el propio sistema del juego a primar sus emociones más iracundas o cohercitivas (que no suelen ser, por cierto, las más útiles). Difícilmente se lo pasa uno en grande con estos entretenimientos si se deja uno matar por los temibles enemigos o a la camarera se le cae la vajilla y la despiden. Supongo que se trata de vender los videojuegos en cuestión y no la analítica que se desprende de ellos.
Bastaría coger dos gremios zaragozanos que ahora presentan conflictos laborales, como son el cuerpo de bomberos y la policía local, para llegar a las mismas conclusiones que los investigadores americanos sin gastarnos un euro ni hacer extrañas cabriolas mentales. El objetivo de los bomberos es ampliar la plantilla y el de los policías que les suban el sueldo, las estrategias son distintas pero ambos grupos tratan de llamar la atención con sus respectivas carencias. Mientras los bomberos construyen siluetas de los compañeros que faltan y las colocan a la entrada de sus respectivos parques, los policías amenazan con endurecer su protesta tratando exquisitamente a los ciudadanos. Curioso, ¿no? ¿Acaso no es lo que merecemos siempre? |