Virus
miércoles 9 de enero de 2007
© Sergio Plou
Artículos 2007

    Todo hay que cogerlo con pinzas. Los intereses económicos son potentes, así que las noticias hay que mirarlas con lupa. La  mitad más creíble se resume al comenzar el año en un solo concepto. Vamos por mal camino.  Y de entre los peores caminos posibles el que destaca en mayúsculas se llama Cambio Climático. Hace más de una década que graznaban los ecologistas sobre nuestro turbio futuro pero ha tenido que venir un pollo de los más ilustrados de Norteamérica  - me refiero al incombustible Al Gore -, con sus videos, sus gráficos y sus efectos especiales, a desbrozarnos un panorama planetario francamente desalentador para los años venideros. Por lo visto, nos asaremos vivos y a la vez crecerán las aguas. Los ciclones se llevarán a la gente volando y los terremotos desgajarán la Tierra igual que se abre un melón. Casi todo el mundo comienza a ponerse de acuerdo en que vamos a pasar las de Caín. Y no soy muy dado a las plagas bíblicas, pero si algo tienen las sectas es que resultan muy convincentes. Hay un dicho muy simpático que viene a decir lo mismo: no cagues donde comas. No hay nada más ecológico que un coprolito en mitad de la naturaleza, pero en la Aldea Global ocupamos el mismo espacio que las sardinas en una lata. ¿Qué hacemos para evitarlo? Aunque no sepamos qué hacer todavía con la innumerable cantidad de plástico que nos devora, reciclamos papel y vidrio, latas, y en algunas ciudades hasta desechos orgánicos. Pero seguimos comprando más envoltorios de alimentos que alimentos en sí, y nos deshacemos después de las bolsas, los embalajes y los perifollos retractilados, metiéndoles fuego o a fuerza de calentón, generando de esta manera las dioxinas que el medioambiente necesita para provocarnos un buen cáncer. Seguimos bebiendo líquidos envasados en break, una patente a la que le importa un huevo el dineral que nos cuesta deshacernos de su bendita caja. El Amazonas, mientras tanto, se está quedando más liso que una calva, a fuerza de rascar áboles y plantar soja transformada genéticamente. Brasil la exporta a lo bestia y la tercera parte de toda su producción acaba en Europa, donde la consumen las mujeres más informadas. Los médicos aconsejan una ingesta diaria para ralentizar la degeneración ósea. Cada vez que encendemos el aire acondicionado, al mismo tiempo pulsamos el interruptor del efecto invernadero. Tres cuartos de lo mismo ocurre cuando compramos un automóvil. Cuando digo que no hacemos nada por evitar el Apocalipsis me refiero a que el reciclaje, a vista de telescopio, es como el agua en Marte. Una industria papelera, como la que inunda esta ciudad con su pestilencia cuando cambia el viento, es capaz de reproducir el aroma de la inmundicia con una exactitud indecente. Pero no es algo natural. Es un ingenio. Si descuidamos los efectos secundarios de muchos inventos humanos, nuestra sola presencia aquí constituye un peligro. Un insoportable termitero de personas abarrota el planeta y la masificación obliga a los astrónomos a rastrear el Universo. ¿Para qué? Para continuar haciendo lo que hemos hecho siempre: colonizar.

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