Desde Terradillos de Templarios, aún en la provincia de Palencia, me dispongo a elaborar esta crónica que lleva visos ya de conformar una epopeya. A mi diestra se levanta en la hierba una cruz encarnada mientras aturde mis pituitarias un estomagante olor a mierda de vaca. Nos quedan casi quinientos kilómetros para llegar a Finisterre y nos habremos metido en los gemelos unos cuatrocientos en diecinueve jornadas. Hace un resol que quita las ganas de salir a la fresca, sencillamente porque la fresca no existe. Corre una ligera brisa que airea el bochorno, ese calorazo que aventura lo que los palentinos pronostican como que caerá una chaparrada. Las moscas no están pesadas, son plomas hasta decir basta. Escucho un tractor y unos asnos, seguimos atravesando el Páramo, Tierra de Campos, el granero de España. Si en algún momento se puede llegar a la insania de creer en las divinidades éste es el momento de hacerlo, porque el Páramo ya no es lo que era y porque el clima nos obsequia con días ligeramente anubarrados que impiden al sol que nos caliente los cerebelos hasta dejarlos como una pasa. Estar en Europa tiene algunas ventajas, como que se fundan dos millones de euros en plantas unos palitroques a la vera del camino francés hasta Santiago con el propósito de que algún día crezcan y den sombra al peregrino. A veces lo consiguen y otras no, depende de la fortaleza del árbol y de si tiene la suerte de que le caiga una meada encima, cosa difícil a pleno sol, porque no te queda orina y si así fuera tampoco te quedan ganas.
Puente sobre el río Pisuerga y Rollo Jurisdiccional de Boadilla
Inclusa del Canal de Castilla en Frómista y amazonas en Carrión |
A lo largo y ancho de este suplicio han acabado por interesarme más los albergues que figuran como un negocio que los negocios que juegan a ser albergues. En los primeros sabes lo que te vas a encontrar: hospitaleros que te ofrecen una piltra por un dinero y no se meten en más tonterías. En los segundos es lo mismo pero son regentados por sujetos católicos que lo mismo te clavan un recital a guitarra al filo de las diez de la noche que organizan una cena participativa para hacer proselitismo. Ese espíritu entre «lobato» y «viejas canciones» me da grima, prefiero que me sangren sin más a que supongan que tengo unas creencias insanas. No sé lo que encuentran los italianos por estos parajes pero se multiplican por esporas. Crecen por los caminos, las fuentes, los puentes y los albergues. Beatos y santones, monjas y curetas, toman el camino francés como si fuera de su propiedad.
Hemos hecho unos cuantos conocidos. Desde una pareja heterosexual entre francesa que imparte el método Montesori y dice no saber que tiene que ver con el Opus Dei y un turolense que tenía una tendinitis aguda, pasando por una macedonia ortodoxa y una tejana evangelista, y el seguimiento de otros tantos viajeros que nos vamos cruzando por pueblos y albergues y que constituyen una fauna de lo más variopinta. Un quinqui con su hijo, dos japoneses que resultaron ser coreanos, la familia vasca y un puñado de alemanes que ya no saben cómo guarecerse del sol.
Estas fechas de visita papista coinciden además con las festividades en los pueblos que vamos cruzando, así que es bastante frecuente que el sueño se vea trufado con petardos, borracheras, discomóviles y demás juergas que sin duda favorecen el descanso. En la ribera del Canal de Castilla tuvimos que sortear a varios pelotones de fundamentalistas católicos que regreseban jubilosos de Madrid para seguir dando la nota. Y en Carrión de los Condes nos topamos con el párroco de la iglesuela de santa María, que se fumaba un cigarrillo a la sombra dentro de su opel astra. Lo mismo el obispo conduce un audi mientras la monja del albergue lava las sábanas de ochenta peregrinos o más —siempre hay clases y siempre hay géneros— aparte de amenizarnos la velada con sus cancioncillas de iglesia y aconsejarnos sobre dios, que es el camino, la verdad y la vida. Tanto para los que creen como para los que no creen, porque dios debe de ser omnívoro. Sobre el juego de la oca no hay ni vestigios. Existen puentes, pozos, e inluco calaveras (como las de Castrojeriz), pero no hay ocas. Si quedaba alguna las cobraron hace años los escopeteros, que en esta zona son legión.
Si algo me ha llamado profundamente la curiosidad es el denominado «rollo jurisdiccional» de Boadilla, una columna donde se ataba a los reos para escarnio público durante el medievo. Si la justicia de la época los consideraba culpables de algún delito allí mismo se les daba muerte y a otra cosa mariposa.