Comencé con la literatura, seguí con la lingüística y ahora estoy con el feminismo (o el género, que impresiona menos). Porque disfrutaba leyendo novelas, porque el lenguaje me apasiona y porque mi compromiso con la lucha feminista es incuestionable. Y nunca dejaré de aprender, de formarme, de leer, de disfrutar con las palabras, de luchar y discutir, de manifestarme. Decidí y decido transitar un camino poco cómodo que otras caminaron antes que yo. Las comodidades que disfrutamos en este pedazo de mundo nos hacen olvidar incluso nuestro pasado más cercano, nos hacen no ser conscientes de las múltiples injusticias que acompañan a las mujeres en sus vidas.
No tiendo a exaltarme con demasiada frecuencia pero según parece me cambia el tono de voz cuando escucho una injusticia. Soy una mujer pacífica y tranquila pero también me enervo y encolerizo cuando nos tocan a una, cuando nos tocan a todas. Aquí está mi lucha. Pretendía formarme en relaciones de género (o feminismo, que a mí no me asusta la palabra) en Zaragoza para volver a Galiza y continuar allí mi lucha feminista, pero como le decía el otro día a una amiga gallega, ésta es una lucha que no entiende de fronteras. Será mi aporte un pequeño y minúsculo granito de arena, pero todas sumamos.
Este pasado fin de semana tuvieron lugar las Jornadas Feministas Estatales. Volvieron las feministas a Granada treinta años después. Uniendo índices y pulgares, vistiéndonos de lila, gritando en las calles, debatiendo y hablando, escuchando y aprendiendo, sonriendo y sacando las garras.
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Somos variopintas, diferentes, diversas. Todas con una mochila a cuestas, cada una sabe porqué llegó a estar en Granada este fin de semana. Inquietudes compartidas, opiniones divergentes, acentos y lenguas, deseos y pasiones, pretensiones y teorías. Variopintas pero con el lila de fondo. No se detiene la lucha feminista, no se detendrá.
Evolucionamos juntas e individualmente, a ritmos diferentes, pero en Granada estábamos tres mil (3.000) mujeres con ganas de seguir cambiando el mundo, de seguir cambiándonos a nosotras mismas. Aprendiendo de cada compañera y de cada amiga, de cada ponencia, de las manifestantes y sus consignas, de las imágenes proyectadas, la fiesta y sus circunstancias. Aprendiendo siempre, enriqueciéndonos. Largo fue el viaje de ida, más largo fue el viaje de vuelta.
No todas las feministas estaban en Granada, no todas las mujeres luchadoras, no todas las sabias, no todas las artistas. Pero 3.000 (tres mil) guerrilleras nos congregamos para coger fuerzas y continuar. Cada una aportando lo que buenamente pueda. Palabras, reflexiones, energías, ideas, obras, creatividad, conocimientos, lucha… No nos detendremos, no nos detendrán. Robo palabras para hacerlas mías: podrán encarcelar a las revolucionarias, pero no a la revolución feminista.