El último sondeo asegura que la tercera parte de los aragoneses pasaremos las navidades con menos de doscientos euros. Todos sabemos que doscientos euros son más de treinta y dos mil de las antiguas pesetas, pero ¿qué son las navidades? ¿Y cuándo empiezan en realidad estas fiestas? Para los grandes almacenes, por ejemplo, comienzan a primeros de diciembre y en las televisiones nos asedian ya con publicidad desde noviembre, así que no queda claro. Esta opacidad del calendario, ¿abarca las jornadas próximas al día 25 o se extiende hasta el 6 de enero? Depende de la edad de los consumidores y de sus hábitos más arraigados.
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En cualquier caso, este tipo de sondeos se realizan con el propósito de medir el nivel de gasto que tiene una determinada sociedad de consumo y compararlo con el de años anteriores, estableciendo de este modo un cuadro comparativo de cómo marcha la economía en general. Así que gozar de doscientos euros de gasto, o menos, para estas fechas puede inducir a error. Depende de lo que entiendas por gasto y a qué fechas te refieras. A mi nulo juicio entiendo que, quien tiene doscientos euros de gasto no tiene más para terminar el mes, por lo que, si en un alarde de generosidad, destina cinco o diez euros a regalos navideños podemos darnos con un canto en los dientes. Otra cosa es que los comerciantes quieran que destines la totalidad de esos doscientos euros a consumir de una manera navideña, es decir, sin pensar demasiado en qué o tirando la casa por la ventana.
Asumir que en una sociedad con más de cinco millones de parados se destinen exclusivamente doscientos euros a regalos, entendiendo por regalos desde el capricho de comerse unos langostinos a comprarse una tableta o un video juego, me parece a mí que es demasiado asumir. Hay que tener en cuenta que este sondeo habla de estas cantidades refiriéndose a un tercio de la población aragonesa, pero es que del resto, más de la mitad, el 55%, se va a fundir durante fechas tan señaladas, que diría el rey, entre doscientos y seiscientos euros. Y un 9% más de seiscientos, que ya es decir. Hay todavía un 11% sin cuantificar, lo mismo no saben ni contestan que pasan olímpicamente de responder a tontadas.
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Para delimitar el vasto territorio de las navidades, los encuestadores suelen dividir el consumo extraordinario en media docena de materias: lotería, cenas fuera del hogar, alimentación, ropa, viajes y regalos, así en abstracto. De sobras saben que los contribuyentes se han apretado el cinturón, pero necesitan estratificar los recortes por servicios para estudiar el margen donde aún es posible recuperar beneficios. En caso contrario no tendría ningún sentido que los fabricantes invirtieran en publicidad. Se habrán dado cuenta de que, en lo que llevo escrito hasta ahora, no he hablado de religiosidad en ningún momento. Ni si quiera en su vertiente más laica, aquella que podría preguntar en un sondeo de estas características cuánto dinero, por ejemplo, tiene previsto el consumidor que destinará a las causas sociales o a la beneficencia (desde el Banco de Alimentos a Cáritas pasando por lo que ustedes quieran añadir, incluyendo ansiolíticos y antidepresivos). Es más, la encuesta en sí misma no cuestiona el paganismo de estas fiestas (cogorzas, tripadas y derroches en un mundo terriblemente precarizado) sino que las da por supuestas y aceptadas, de modo que se limita a preguntar con descaro cuál es el gasto, el consumo especial que se va a permitir el interfecto durante esta temporada.
Nunca llegaremos a sospechar el daño que hizo en múltiples generaciones esa cancioncilla de anuncio tan ramplona que nos incitaba a volver a casa por navidad, pero de entre todos los gastos que se compilan en la encuesta de marras el que hace referencia a la manduca, el papeo y la tripada sigue siendo precisamente el que menos recortes sufrirá este año. Si alguien vuelve a casa por navidad encontrará de nuevo una mesa llena de viandas, símbolo de la opulencia y el bienestar, aunque el resto del año se alimente a toda la familia con salchichas. Da lo mismo, la cuestión es ir tirando.