La gente se pregunta cuándo terminará la crisis y yo creo que, en el peor de los escenarios, semejante fenómeno se producirá cualquier día del año que viene. O tal vez del siguiente, da igual. No me cabe duda que el fin de la crisis caerá en viernes y que se declarará oficialmente tras el consejo de ministros, entonces saldrá Mariano en el plasma y nos dirá muy orgulloso que la crisis ha terminado. Ya digo que es el peor de los escenarios y si llega ese momento, cosa que dudo, los grandes patronos sembrarán los telediarios con ilusionantes datos macroeconómicos. La posibilidad más atractiva para los jefes es que la crisis no acabe nunca, este es el mejor de sus escenarios. Que conste que los escenarios no los dibujo yo sino las gentes que cobran de cinco mil euros mensuales para arriba. A estas gentes les conviene que la excusa de la crisis continúe hasta que el cuento no dé más de sí.
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La crisis en Europa es como el 11S en Yanquilandia, una hecatombe que permite a los gobernantes y a las corporaciones crear una sociedad a su capricho. Toda esta peña ha descubierto la importancia de las hojas de ruta y encargan mapas y diagramas a sus lacayos, los cuales crean sobre la marcha una narración comprensible para el resto de los mortales. De este modo podemos vivir en una democracia aunque en realidad estemos viviendo en una dictadura baja en calorías. Podemos incluso creer que nuestro hábitat sigue respondiendo a los esquemas del primer mundo aunque estemos viviendo ya en el tercero. La Casta que nos dirige está convencida de que el Estado podría servir mucho mejor a sus intereses, siempre y cuando arroje por la borda todo el lastre. Y el lastre somos nosotros, el 85% de la sociedad. Se habla del 1% que campa a sus anchas haciendo lo que le viene en gana, pero sin un 4% de colaboracionistas su actividad depredadora sería imposible. Incluso existe un 10%, los que constituyen la clase media alta, que trabaja exclusivamente para el pico de la pirámide. Siempre ha sido así, pero ahora es tan evidente que hace daño a la vista. El resto de la población se va condenando a su suerte gracias a la crisis. La crisis es la excusa que todo lo devora, lo mismo se convierte en un nuevo nicho de extracción que en un ariete contra los derechos y libertades.
Los ciudadanos de hoy apenas representan al 15% de la sociedad. Por eso, cuando hablan de seguridad ciudadana, se están refiriendo a su estricta seguridad. Ellos son el país. Y son el gobierno y el partido que los sustenta, incluso buena parte de esa tontería a la que todavía llaman oposición. La oposición real, sin embargo, y a falta de una auténtica representación política, no pisa las moquetas de los consejos de administración ni las alfombras de los organismos institucionales, sino la calle monda y lironda. Pienso que toda esta situación es insostenible, y no sólo desde el punto de vista ecológico, que también, sino desde un aspecto social. Lo lógico es que tarde o temprano se vengan abajo las estructuras, ya sea por la presión de la mayoría de la población o por el óxido y la podredumbre que carcomen el sistema, bien corrompido hasta la médula. . Mientras tanto oiremos hablar de la crisis hasta quedarnos sin neuronas.