El Cuaderno de Sergio Plou

      

jueves 7 de abril de 2011

Lo que nos dicta el 0,2%




  La gente ha puesto el grito en el cielo con los vuelos de los eurodiputados. Se resisten a viajar en clase turista, por casi seiscientos euros (que representa un salario de los más frecuentes en nuestra península), ya que prefieren desplazarse cómodamente en primera clase, confort que cuesta a la sociedad mil quinientos euros por trayecto. Recordarán que en el último sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas, casi el 40% de los entrevistados confirmaba que la situación económica era un pestiño y otro 40% que vamos camino del precipicio. Tan sólo un 18% decía que ni fu ni fa y, a parte de los que no saben ni contestan, un exiguo 0,2% funcionaba de perlas. Este grupo supongo que pertenece a la clase más alta del país, tal vez se dedican a la política, son ejecutivos de corporaciones y multinacionales o viven de la especulación financiera. Es curioso que cuando se le pregunta a los entrevistados por su opinión sobre la casta política tan sólo un 0,2% asegura que es una peña maravillosa. De los demás, un 24% confirma que ni chicha ni limonada, un 37% que da grima y un 29% que produce espanto.

  El oficio de la política se deteriora a los ojos de los contribuyentes en la misma proporción que se agudiza la crisis. Los más sesudos analistas deducen de estos porcentajes que la sociedad se está volviendo facha, que prefiere a sujetos con mano de hierro y cabeza de corcho. Es posible que una parte, harta del sistema, se decante por la locura. El resto sin embargo sabe que existen personas con imaginación y valentía, dispuestas a barrer el actual sistema y crear otra democracia, más participativa y menos condescendiente con los ladrones de guante blanco. Necesitamos otro perfil de políticos, que no cobren más del salario mínimo interprofesional y que sean inasequibles a la mangancia. O sea, gente íntegra.

  De lo que nadie quiere ni oír hablar es de recortes, sin embargo los políticos —desde el PSOE al PP— continúan repitiendo el mismo estribillo. Casi el 80% de los españoles no quiere jubilarse a los 67 años pero esta opinión en lugar de ser tenida en cuenta se la pasan nuestros políticos por el forro, ¿para quién están gobernando entonces? ¿A quiénes representan? El señor Artur Mas, presidente de la Generalitat, pidió ayer a los catalanes —para celebrar sus primeros cien días de gobierno— que asuman estos tiempos duros y se sacrifiquen. Que renuncien a una parte de su bienestar, para no hipotecar el futuro de sus hijos, y evitar así convertirse en la generación más egoísta de la Historia. Pero qué narices le echa el tipo, oiga. Es chocante que el honorable señor Mas, justo hace un año, cuando se presentaba a las elecciones catalanas, prometiera a sus votantes que si ganaba en las urnas se bajaría el sueldo. Admitió incluso que efectuar una promesa semejante, y «con lo mal pagado» que estaba el cargo de presidente —a su juicio cualquier comandante de una compañía aérea cobraba más— pudiera sonarnos a medida populista, pero que había que dar ejemplo de austeridad, sobre todo en mitad de una crisis. Tengan en cuenta que hablamos de 144.000 euracos al año, viajes, comisiones y dietas a parte.

  Si ya de por sí resulta idiota prestar atención a un sujeto que nos pide ajustarnos el cinturón mientras se forra, es de escándalo público que hable de vivir por encima de nuestras posibilidades a una audiencia que tardaría varias décadas en cobrar lo que este individuo ingresa en un año. No me extraña que la gente se pregunte, por ejemplo, para qué nos sirve el Senado. Teniendo tantos diputados en las Cortes, ¿acaso no podríamos ahorrarnos los sesenta millones de euros anuales que nos cuesta la llamada cámara «alta»? ¿Y qué me dicen del ejército? Ocho mil trescientos millones. ¿Y la Casa Real? Se funde nueve kilos al año. Si la situación es tan dificil y no podemos vivir por encima de nuestras posibilidades, mantener unos gastos tan superfluos resulta absurdo. Es mucho más importante pagar las deudas de los bancos, ¿no?