jueves 17 de marzo de 2011
Quiebras y bucles
Por más que intentemos comprender el desastre económico que nos rodea será muy raro que nos llegue el riego al cerebro y se haga la luz en nuestras ideas. El bombardeo en las noticias resulta abrasivo y siempre tiende a que miremos la crisis como si se tratara de un seísmo, un desastre de la naturaleza sobre el que poco o nada podemos hacer. Las autoridades se limitan a seguir el protocolo de emergencia y todos sabemos que este camino conduce a un callejón sin salida. La vida cotidiana no puede quedar reducida a la resistencia pasiva. El modelo político de la democracia representativa, salvo en aquellos lugares donde todavía se sufren las dictaduras, está agotado en todo el planeta. Las sociedades, las gentes, los pueblos, no soportan a sus dirigentes. Los mandatarios no funcionan, no actúan en pro del bien común. Simplemente ejercen como el brazo armado de las corporaciones y multinacionales, que están empeñadas en enriquecer a sus accionistas mayoritarios a costa de la desgracia colectiva. Estamos muy cansados de oír sandeces y lamentos sin sustancia, estamos hartos de escuchar palabras. Países enteros como Grecia o Irlanda están siendo estrangulados por el Fondo Monetario Internacional y dentro de nada, si no se pone remedio, le tocará a Portugal. Los medios de comunicación siguen afirmando que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que hemos estado derrochando y que debemos hasta los calzoncillos. Es mentira. Lo único que estamos haciendo es pagar los chanchullos en que se han metido los bancos, porque los demás, si tenemos algo pendiente, sabemos que no tendrán con nosotros ni un segundo de conmiseración. Necesitamos personas íntegras y honradas, necesitamos un nuevo sistema de participación que no se deje arrastrar por corruptelas. Necesitamos gente imaginativa y abierta, con visión de futuro y que sepa decir que no a los grandes intereses millonarios.
Lo demás ya lo conocemos. No se escucha nada nuevo en boca de nuestros políticos, se limitan a simular su pelea en la prensa y en los diferentes tipos de escaños que hay en las instituciones, pero comparten calcadas recetas para salir de este atolladero. Se limitan a cobrar y se encogen de hombros. Es lo que hay, dicen, lo tomas o lo dejas. Y es cuestión de aprender a dejarlo. El desmoronamiento del capitalismo se produce a cámara lenta, porque no hay un sistema de recambio y como somos incapaces de imaginar —nadie nos enseña algo semejante— tragamos con todo. En Brasil, ahora mismo, están viviendo el auge del ladrillo. Se construye a todo trapo, la peña se embarca en créditos y en hipotecas, y sube el empleo como la espuma. Están viviendo exactamente el mismo engaño que se ha sufrido aquí y la especulación bancaria juega ahora con los denominados países emergentes de la misma manera que lo hizo con el primer mundo, así que dentro de unos años caerán en un caos financiero idéntico. El tongo recorre el mundo buscando incautos y comprando jefes. La vida es demasiado corta y a nadie le sobra tiempo para pararse a pensar, así que tropezamos siempre en la misma piedra. No sé porqué, igual nos parecen distintas. Sólo cuando llega una horrible desgracia —y no siempre— comprendemos hasta qué punto nos la dan con queso. En cualquier caso siempre aparecerá por la tele un emperador, un militar o un presidente intentando que volvamos al redil para que se repita de nuevo el bucle. Va siendo hora de tomar las riendas de nuestro destino.