El Cuaderno de Sergio Plou

      

lunes 11 de abril de 2011

Reactancia y luz de gas




  De manera cotidiana se necesitan millares de estupideces para cubrir las programaciones televisivas. El grado de embrutecimiento ha llegado a tal extremo que a mediados de marzo en la televisión filipina se obligó a Jan-Jan, un chaval de seis años, a que hiciera el ridículo para que su familia cobrase un premio de menos de trescientos euros. Era evidente que el crío estaba al borde de las lágrimas, sometido a una humillación constante y no tenía la menor gana de contonearse igual que una mamachicho para solaz y disfrute de cuatro imbéciles. Miraba a la gente con ojos vidriosos sin comprender que el público del plató se lo estuviera pasando en bomba. En su pequeña y lúcida cabecita no cabía tamaña abominación.

  La libertad, aunque seas menor de edad, es un pilar básico en cualquier sociedad evolucionada y si uno no quiere hacer algo es impensable que otros, para mayor escarnio adultos y de su propia camada, le chantajeen hasta doblegar su voluntad. El espectáculo, que se desarrolla en varias fases de diez largos minutos de tortura cada una, no sólo resulta grotesco y nocivo, es una muestra contundente de hasta donde es capaz de llegar el dinero y la sandez humana en su ya largo proceso de deterioro intelectual.

  La utilización de la psicología inversa para lograr objetivos de ética nula produce una reactancia en los sujetos más sensibles, aquellos que perciben en la persuasión ajena un matiz interesado y que contrasta de forma clara con lo aprendido hasta entonces. Se observa que la persona resiste, no quiere dar su brazo a torcer y lejos de acabar con la bazofia se estimula sentimentalmente al conejillo de indias para que baje la guardia y acceda. Asistir a todo este proceso no resulta edificante, sin embargo vacuna contra lo que antaño se denominaba «hacerte luz de gas». Tras observar las imágenes es imposible de aceptar como auténtico el refrán de que quien más te quiere te hará llorar, sencillamente comprendes que el amor no compasivo es falso. Esconde y disfraza, utiliza y proyecta emociones muy diferentes. Ver a este niño moviéndose de manera voluptuosa, igual que un títere pero en contra de sí mismo, es una lección amarga de hasta dónde somos capaces de retroceder los seres humanos con tal de llenar la panza.

  Creer que la psicología inversa sólo se aplica en televisión supone reducirla a un espectro ridículo. La manipulación de las imágenes oculta con frecuencia una realidad diferente y no me refiero al uso del photoshop. Tal vez recuerden la fotografía de Fabienne, la muchacha muerta en Haití, que fue tomada el 19 de enero de 2010 por Paul Hansen y gracias a la cual recibió el premio de la academia sueca a la foto del año, imagen que luego ganó el prestigioso International News Image. Ahora nos enteramos que fue realizada en un contexto más desolador y que dice bastante de la ética del fotógrafo. El espectáculo completo se recogió en otra instantánea por Nathan Weber, donde refleja la psicología inversa que esconde la imagen original.