Punto Gordo
Tomando el pulso de nuestra salud mental
Estudio de Patricia Mateo y Sergio Plou realizado en 2008
Entrevista
Asociación El Volcán
30 de enero de 2008, miércoles a las 11,30 horas. Zaragoza
Transcripción
P.G -¿Cómo empezó a funcionar la asociación?
Conchita.- Yo no estuve presente al principio. Por lo que tengo entendido comenzaron en 2003. Se juntaron dos o tres familiares con problemas, luego les cedieron una sala en el Hospital Provincial., donde se hicieron las primeras reuniones. Al principio eran tres o cuatro personas, que se tuvieron que mover muchísimo. No sólo para hacer todo el papeleo de la asociación sino para entrar en contacto con una psicóloga, que es la que ahora nos va dando un poco las pautas a todos. De hecho nos ha ido formando. Menos a este señor, que estaba ya muy preparado.
Manuel hace ademán de intervenir. Ella ríe abiertamente.
—Te estoy dando un resumen de los inicios, pero hay que vivirlos para saber de lo que se habla. Se empezó poco a poco, con mucho esfuerzo, hasta que se logró conseguir la oficina donde estamos hablando ahora y mantener los oficios de la psicóloga, que siempre hemos considerado muy importantes para los familiares. Hay que comprender que muchas veces necesitamos intercambiar experiencias y transformar nuestra conducta, nuestra manera de actuar para tratar a nuestros allegados. Que son los enfermos que sufren el transtorno de la personalidad. Y en esto estamos a diario. Resolviendo y preparando nuestras vidas, que esta labor sin duda repercute en las de ellos.
Acto seguido le cede la palabra a Manuel.
Manuel.- Los comienzos fueron muy duros. Cuando estábamos en el Hospital Provincial no sólo había que aportar ideas, al mismo tiempo debíamos empaparnos de la problemática de la enfermedad, tanto en el plano sanitario como en el servicio social. En seguida nos dimos cuenta de la importancia que tenía lograr una buena relación de nuestros parientes enfermos con el entorno general que les rodea. Estamos hablando de una enfermedad muy desconocida. Los pacientes no son vistos como tales, sino como bichos raros, incluso vagos o caraduras, según la sintomatología que tengan. Ya os podréis imaginar el panorama .Conlleva dificultades no solo para el enfermo sino también para su familia más próxima, de modo que hay que buscar salidas en los dos niveles. Hay que estar muy pendiente, favorecer el desarrollo mutuo y ayudarse a conciencia. Actualmente podemos seguir las orientaciones de la Unidad de Atención al Transtorno de la Personalidad, que está en el Hospital Provincial, pero hace cinco años la situación era más complicada. Nos apoyan igualmente otros profesionales sanitarios, los más próximos a la Asociación del Volcán, que se ha convertido hoy en el mecanismo más útil y más sencillo para los familiares. Cualquier persona que tenga o crea tener un familiar en estas circunstancias puede encontrar en nosotros una manera de salir adelante. Puede contactarnos por teléfono o mediante nuestra página web. También hemos editado una revista donde se explica un poco cómo es la enfermedad de la que hablamos: el transtorno de la personalidad. Para difundirla, en la medida de nuestras posibilidades, hacemos actos, talleres o conferencias. Las imparten los profesionales más implicados y acuden a informarse los interesados, pacientes y familiares.
P.G.- En cuanto a los inicios, dais a entender que hubo algún familiar ingresado en la Unidad del Provincial.
Conchita.- La Unidad se creó después del primer ingreso. Al menos he oído que fue así. Quizá al mismo tiempo, o con muy poca diferencia, pero este primer ingreso influyó en los profesionales del Provincial para levantar lo que hoy es la Unidad de Transtonos de la Personalidad. Para explicarlo con mayor certeza, tendría que haber venido, por ejemplo, María Eugenia, una de las fundadoras.
P.G.- Los inicios, en cualquier caso, son más complejos de lo que uno se imagina desde fuera.
Conchita.- Muchísimo, la verdad.
Manuel.- Hay mucho esfuerzo y cansancio detrás. Tampoco hay que pensar que todo está hecho. La investigación de la enfermedad continúa. Existe una labor importante de los profesionales sanitarios, que se imponen unos objetivos a alcanzar. Hoy existe un diagnóstico que permite actuar en consecuencia, hace unos años la situación era distinta. Desde luego que no estamos como el primer día, pero seguimos luchando igual que entonces. Aún hay mucho campo para avanzar.
P.G.- ¿Algún tipo de ayuda o de apoyo financiero?
Conchita.- Pues a parte de las que estamos buscando ahora, tenemos una pequeña subvención de la Diputación General de Aragón y de la Caja de Ahorros de la Inmaculada.
(En ese preciso instante se abre la puerta. Se trata de Dolores, la psicóloga. Presentaciones mutuas y movimientos de sillas. Los asientos son de tijera, Dolores hace ademán de capturar una que está apartada. Cierta agitación, pues se trata de la silla rota ).
PG.- Estábamos hablando de que el Transtorno de la Personalidad sigue siendo una enfermedad desconocida. Y es cierto que en los medios de comunicación rara vez se oye hablar de ella.¿Hasta qué punto lo es?
(Me interrumpe el móvil. Es un mensaje publicitario de Telefónica, siempre tan oportuna).
Dolores.- Es una enfermedad desconocida, pero también está tergiversada. Voy a poner un ejemplo. Leemos un titular en el periódico...Un hijo mata a su padre... Y debajo de la foto, o en el desarrollo de la noticia, nos cuentan que el hijo sufría un transtorno de la personalidad. Es curioso, pero cuando se habla de esta enfermedad en los medios casi siempre se hace de una forma negativa.
Manuel.- No hay criterios definidos en los periodistas. Se atiende a lo más llamativo.
Dolores.- Cuando se trabaja con los medios, no con todos evidentemente, nos damos cuenta en seguida de los prejuicios que existen y esta actitud es un reflejo de lo que ocurre en el conjunto social. Asociamos determinados comportamientos a la educación recibida o a la permisividad paterna. No distinguimos en nuestros jóvenes a los que sufren un transtorno de la personalidad de entre los que, sencillamente, están mal educados. Incluso podemos encontrarnos, todavía hoy, con la incomprensión de algunos psiquiatras que se niegan a reconocer la enfermedad. Se les antoja incómoda y hacen como si no existiera. Fíjate, el otro día comentaba con una compañera que al menos el 40 % de las personas que acuden a terapia sufren un transtorno de la personalidad. En principio van a la consulta de un psicólogo o de un psiquiatra pensando que les aqueja una depresión, ¿no? Y sin embargo, cuando salen de allí, la realidad es distinta. Otra de las razones por las que se sabe poco a cerca de este transtorno es porque se presenta acompañado de una comorbilidad, es decir, con más de una enfermedad simultánea. La pregunta del millón, a la hora de tratar a un paciente, es si nos enfrentamos a una comorbilidad o a un síntoma. No nos queda más remedio que admitir que esta patología presenta una sintomatología muy amplia.
P.G.- ¿No existe un protocolo?
Dolores.- Por supuesto. Sin embargo es muy corriente que a cualquiera de estas personas se les haya diagnosticado una depresión. Que durante mucho tiempo sólo se les haya tratado la depresión en sí. Y no estoy diciendo que no estén deprimidos, pero los que sufren un transtorno de personalidad no padecen lo que entendemos como una depresión tradicional. También responden a un patrón de inestabilidad emocional muy agudizada. Ahora pueden estar muy contentos y dentro de un rato pueden estar que se mueren. Presentan un dolor interior tan fuerte que les lleva en los extremos a conductas inapropiadas con respecto a las circunstancias, muy exadaptativas. Nos quedamos con los rasgos externos: consumo de drogas, problemas de alimentación (anorexia, bulimia), compras compulsivas... Estas personas observan gran facilidad de enganche en un amplio registro, desde el campo de la ludopatía a la promiscuidad sexual. Cuando buscan mitigar el dolor interno del que hablaba antes llegan incluso a las autolesiones.
Manuel.- En un transtorno de la personalidad se presentan múltiples enfermedades. La depresión, en un momento dado, produce apatía. No te apetece hacer nada. Sin embargo puede ir asociada a una paranoia. De alguna manera se han establecido tipos. No es lo mismo el transtorno límite y el esquizoide. Pueden tener patrones comunes en cuanto a la personalidad, pero la persona que no está habituada a tratar con los enfermos es incapaz de entender lo que les ocurre. Pueden quedarse con la cara superficial: que sea ludópata, que sea un adicto a la comida, al alcohol o a las drogas... Estos asuntos producen alarma familiar. ¿Qué le pasa a nuestro hijo?
Dolores.- ¿Por qué no se levanta de la cama durante meses? ¿Por qué se autolesiona? El DSM IV (1), que es la biblia de las enfermedades mentales, tipifica en nueve o incluso en doce los transtornos asociados. Las personas con un transtorno límite de la personalidad albergan más de un transtorno y suelen ser muy dependientes. Puestos a hacer generalizaciones, el esquizoide no saldría de su casa y el límite es el que no entra, sin embargo comparten la intolerancia a la frustración. Ante contrariedades menores, como no poder irse de viaje en un momento determinado o no disponer de efectivo para adquirir cualquier producto de consumo, asuntos que a cualquiera le podrían resultar simplemente fastidiosos a ellos en cambio les hace perder los papeles.
PG.- ¿Sobredimensionan los acontecimientos?
Dolores.- Ante una mala respuesta de un compañero de trabajo, por ejemplo, pueden acabar a puñetazos. Y no hablo del límite sino del esquizoide. El esquizoide es el que consigue trabajar y se adapta...
PG.- ¿Y cómo se materializa la ayuda entre los familiares?
Dolores.- Se produce dentro de las asociaciones. Porque centros públicos, dentro de la sanidad, existen muy poquitos. Y se realiza en base a la psicoeducación. Que la familia conozca el problema al que se enfrenta. No es lo mismo creer que tu hijo se comporta de la manera que lo hace porque es una mala persona, que averiguar que su conducta es así porque está enfermo. Cuando una persona llega a la asociación y comprende que su caso no es el único, que las hay gente aquí que lleva años bregando con este problema, comienza a ver el asunto desde otra óptica, se renueva y saca fuerzas para afrontarlo. Le reconforta.
Manuel.- Así comienza el camino de la aceptación, con todo lo que conlleva. Hay quien se piensa que las pastillitas lo curan todo y no es así. Esto cuesta.
Dolores.- El transtorno de la personalidad no tiene cura. Todos tenemos una personalidad y no nos podemos curar de ella. Resulta antipático, pero no queda más remedio que reconocerlo. Sin embargo un porcentaje muy importante se compensa y puede desarrollar una vida bastante aceptable... Si os interesan las estadísticas...Aproximadamente un 10% se suicida, otro 10 % muere prematuramente por el consumo de sustancias a las que se haya hecho adicto, un 30% se cronifica y el 50% restante consigue salir adelante. Es cuestión de tener fe y esperanza.
PG.- Los familiares tendrán que trabajar mucho contigo, ¿no es así?
Dolores.- Esta es una asociación con muy pocos recursos. Tenemos que concienciarnos de que el Transtorno de la Personalidad es una enfermedad más extendida de lo que parece. Las estadísticas más conservadoras aseguran que aproximadamente la padece un 2% de la población. Otras establecen una horquilla entre el 5 y el 8%. Quedándonos con las más optimistas, en una ciudad de setecientos mil habitantes, como es Zaragoza, hablamos de catorce mil personas supuestamente aquejadas por este transtorno. Una barbaridad. ¿Y cuántos asociados estáis en El Volcán?
Conchita.- Unos 64. Me refiero a los que están al día de las cuotas, aunque en realidad hay unos cuantos más.
Dolores.- La proporción es de sesenta a catorce mil.
PG.- Si la enfermedad presenta tantas ramificaciones, si es tan desconocida...
Dolores.- La raíz de la situación estriba en aceptar que tienes un hijo enfermo. Si la familia se niega a aceptarlo es muy difícil avanzar. Hay que tener en cuenta además algo muy importante, detrás de un transtorno de la personalidad existe un alto porcentaje de abusos y maltratos. El padre que abusa de sus hijos y que los maltrata, luego no se asocia para curarlo, ¿vale? Incluso se dan muchos casos en adopciones, pero este asunto no los pongáis. Que se asustarán vuestros lectores. Pero es verdad, ¿eh? En cualquier caso, las familias de El Volcán son unas bellísimas personas. Su porcentaje de socios es pequeño así que su margen de maniobra en el conjunto de la sociedad tiene un eco reducido. Mi labor es meramente educativa. Ayudo a las familias en crisis y establezco las pautas. Tanto Conchita como Manuel tienen mucha experiencia en la participación de dinámica de grupos, circunstancia que facilita las relaciones y abre los canales de comunicación entre los familiares.
Manuel.- Hacemos dos reuniones semanales. Cada uno de los asistentes tiene la oportunidad de contar cómo se siente. Y esto es muy importante, porque se encuentran en un entorno donde no van a ser incomprendidos. Aquí no se enfrentan al núcleo de sus respectivas familias, hermanos, cuñados, abuelos... Nadie le va a preguntar por enésima vez,: Oye, ¿qué te pasa con el chico? Aquí nadie les va a juzgar. Por otra parte es evidente que existen distintos niveles de experiencias con respecto a sus enfermos. Mientras unos comienzan a descubrir lo que es esta enfermedad, hay otros que les cuentan cómo durmió ayer su chaval o cómo logró solucionar tal o cual problema. De esta manera se comparten las vivencias y se aprende a mirar el futuro con esperanza. No estoy metido en un pozo sin fondo, existe otra gente que incluso lo ha pasado peor que yo y encuentra soluciones... Esto es benéfico. Si la familia se encuentra menos sola, más entera, menos crispada, siempre podrá ayudar más al enfermo que si están todos perdidos.
Conchita.- Una familia con un pariente que sufre transtorno de personalidad es una familia enferma. Uno de los problemas más habituales es que nos saben poner límites a sus enfermos. Como los ven tan mal, acaban claudicando en asuntos que no deberían. Es comprensible, de todas formas, ¿qué van a hacer? Ocurre, sin embargo, que claudicando que se entra en una dinámica destructiva. En seguida comprenden que no han conseguido nada, por ejemplo, dejando que coma lo que le dé la gana. De esta manera no ven una mejoría, al revés, el mozo o la moza se encuentra cada vez peor. No se trata ya de poner límites y pautas, hay que saber cómo se ponen. Cuando los familiares comparten sus experiencias y se dan cuenta de que las normas que ya han puesto en práctica otros resultan beneficiosas se produce un contagio beneficioso. Hay que tener en cuenta que al principio los familiares necesitan ejemplos, porque no se atreven, y al ver que funcionan es más sencillo animarse. “O te sientas a comer a las dos, o no comes”. Igual no come durante tres días, pero al cuarto se sienta. La paciencia es fundamental. Hay un límite para Los Límite.
Manuel.- Es cierto. No debemos malinterpretar el cariño. A veces abrir la mano es contraproducente.
PG.- ¿Se producen varios casos en una misma familia?
Dolores.- No. Realmente es muy raro.
Conchita.- Igual entre los hijos no se da, pero puedes tener un abuelo o un hermano...
Dolores.- El transtorno de la personalidad no es un asunto cerrado.
Dolores se levanta de la silla y se acerca a la pizarra blanca. Toma un rotulador y comienza a trazar líneas para explicar sus argumentos.
— Si aquí colocamos un conjunto de síntomas que diagnostican la enfermedad y aquí configuramos el conjunto de rasgos que constituyen lo que denominamos normalidad, no podemos decir con cierta facilidad que si te encuentras en este extremo, o un poco más cerca de este otro, no sufres transtorno de personalidad... No es tan fácil. En la sociedad en la que vivimos todos tenemos algún transtorno, ocurre que será más patológico en la medida que nos acerquemos al extremo. Hay familias con casos muy establecidos y otros con lo que podríamos denominar como ramalazos. Se producen en padres, tíos, abuelos... Esta coctelera de síntomas es más evidente cuando existe un familiar directo con una enfermedad mental grave.
PG.- ¿Hablamos entonces de una causa genética?
Dolores.- Nos movemos en el terreno genético, pero también surge de una dificultad bionatal, una enfermedad vírica durante la primera infancia. Ahora se admite con frecuencia que existe un porcentaje muy elevado de chicos hiperactivos que son susceptibles de desarrollar un transtorno de personalidad. Un niño con TDAH (2) tiene una dificultad biológica, presentando con respecto al conjunto de alumnos de su propia clase, un historial de incomprensión e intolerancia, apareciendo ante los demás como un chaval muy movido, difícil de sujetar. En los casos de transtorno de personalidad existen causas genéticas, bionatales, etc, pero el 50% restante se centra en el entorno relacional. Ese patrón educativo ha podido influir en más de un miembro de la familia, pero no necesariamente. La relación entre padres e hijos es diferente y de alguna manera es única. Por mucho que digamos que somos capaces de educar a todos nuestros hijos por igual, que no lo dudo, en la práctica es harto imposible. Cada cual nace en un momento diferente. Cada cual adquiere una personalidad diferente.
Manuel.- Además de sacar a colación la genética y causas por el estilo, además de las causas emocionales y orgánicas, hay en los casos de transtorno de personalidad un factor determinante, una chispa que desencadena la fase aguda. En esta fase aparece la rabia, por ejemplo.
Dolores.- Sí, claro, pero no son los factores que desarrollan el transtorno. Entendámonos. Digamos que es lo más visible: la cerilla que prende cuando, por ejemplo, se produce un fracaso o una frustración. Ante un desengaño amoroso – que te deje la novia o el novio – es cuando surgen estos chispazos. Los padres no saben que se ha producido una ruptura sentimental, sólo asisten al cambio de conducta. Nos cuentan a los profesionales que sus chicos eran estupendos pero que un buen día algo pasó y cambiaron por completo.
Manuel.- ¿Un factor estresante?
Dolores.- No necesariamente. Puede ser algo tan sencillo como que anoche se acostó de buen humor y se ha levantado hoy con un humor de perros. Sin embargo, a la hora de analizarlo, te das cuenta de que algo se estaba gestando y que sólo asisten los familiares al desenlace.
PG.- ¿Qué tal funciona a vuestro juicio la Unidad de Transtorno de la Personalidad?
Dolores.- Muy bien. Siempre se podría mejorar, desde luego, pero no está en las manos de los profesionales que allí trabajan. Creo que hace falta más personal, lo que favorecería un seguimiento de los pacientes más exhaustivo. No es otra cosa que un problema presupuestario. A título personal os puedo decir que he tenido la oportunidad de asistir a cursos. Hace dos años asistí al Congreso de Oviedo donde pude comprobar que nuestros profesionales de la salud mental, y en particular los comprometidos con el transtorno de la personalidad, son punteros en el conjunto del país. Lo que se hace aquí no se hace en ningún sitio. Los recursos que hay en Zaragoza están por delante de lo que ocurre en Madrid o en Barcelona Ojalá hubiera una Unidad de Transtorno de la Personalidad en cada hospital de la Seguridad Social...
PG.- tengo dos preguntas. ¿Por qué el nombre de El Volcán, que me parece muy significativo? Comentabas también que hay una sintomatología muy diversa dentro de los transtornos de la personalidad, incluso dentro del transtorno límite, sin embargo, a nivel familiar, os encontráis con una serie de características comunes. Estas cosas las sentimos todos...
Conchita.- Lo primero que sentimos es la impotencia.
Manuel.- Incomprensión, desorientación, un gran pesar con respecto al hijo, que es toda tu vida, y se muestra de pronto de una forma desconcertante y desconocida. Estas situaciones son comunes para todos los familiares.
Dolores.- Aunque la patología sea muy diferente, el no tener conciencia de que se está enfermo o la intolerancia a la frustración, también es algo muy común entre los pacientes. La conducta agresiva, en su mayoría verbalmente, también presenta rasgos comunes.
Conchita.- Creo que el esquizoide se hace mal a sí mismo.
Dolores.- Los límite también.
Conchita.- La agresividad hacia el exterior se da en pocas ocasiones. En un momento dado te meten un portazo, pero luego se derrumban en la cama de su cuarto y son capaces de pegarse tres meses allí encerrados. Ni siquiera comen. Es una forma de intentar desaparecer.
Dolores.- Los límite también, pero en lugar de aislarse pueden atiborrarse de drogas, o se acuestan con el primero que pasa y sin atender siquiera a los riesgos de contraer enfermedades infectocontagiosas..
PG.- ¿Agresividad hacia los demás o hacia uno mismo?
Dolores.- La agresividad física hacia los demás a mí no me consta. Es muy raro. La verbal se produce porque se sienten atacados y así se defienden. Es más común el autoflagelarse.
Manuel.- En cuanto al por qué del nombre El Volcán... Se le puso este nombre porque nos parecía una metáfora muy significativa, sobre todo de lo que constituye el transtorno límite para los familiares. Es algo que de pronto entra en erupción y resulta incontrolable. Y que luego de pronto se apaga. Se mantiene latente hasta que dentro de seis meses o cuando le toque entra de nuevo en erupción. De ahí el nombre de El Volcán.
Dolores.- Es la única que tiene un nombre en España, las demás resultan menos originales y responden a un conjunto de siglas.
Conchita.- El Volcán fue una de las primeras en nacer y es el reflejo de nuestros sentimientos.
PG.- ¿El Volcán es sólo para los transtornos límite?
Conchita.- Está abierta a todos los transtornos de personalidad, lo que pasa es que al principio los familiares sólo tenían pacientes diagnosticados como límite. Tenemos que intentar, yo al menos lo veo así, hablar de transtornos de personalidad en general. Sin especificar si son límite o esquizoides.
Manuel.- Ya sabemos que hay diferencias entre unos y otros pero también que existen muchos factores comunes. Un transtorno de personalidad no deja de ser lo que su nombre indica. Se trata de una descompensación de las características de su personalidad, con ciertos rasgos muy exagerados.
Dolores.- Sí, y aunque es cierto que en algunos momentos tienen conductas tremendas, cuando se les pasa son estupendos. Generalmente son todos muy inteligentes, muy sensibles, en concreto a las dificultades ajenas. Cuando tienen la oportunidad de ayudar se vuelcan, con independencia de que en muchas ocasiones les acaben haciendo daño. Son, en definitiva, personas estupendas. Lo que hace falta es que su entorno más próximo entienda cuál es la situación y cómo se debe tratar. Por ejemplo, además de la necesidad de los límites de los que ya hemos hablado, también requieren de mucho refuerzo, que se sientan queridos para mejorar su baja autoestima. En ocasiones es difícil recordar esto. Pueden llegar a compensarse y funcionar estupendamente. Esto ocurre en torno a los 35 años, que es un poco la edad en la que todos nos hemos compensado (Dolores se ríe muy a gusto).
PG.- Parece que esta visión positiva es la que menos se refleja. Hay otro tipo de enfermedades, también en este terreno, que tienen mejor prensa. Se focaliza sobre ellas las partes más interesantes, más sociales, de manera que luego pueden encontrar una serie de trabajos más encauzados hacia ellos.
Dolores.- Claro, pero el problema, como dijo César Paumard en una conferencia que organizamos, es que una persona con un transtorno de la personalidad tiene tres facetas conflictivas en su vida. Una es la personal, la segunda es la familia y la tercera es la sociedad, porque tienen muchas dificultades para insertarse laboralmente. Esa es la causa de que no tengan buena prensa. Si además de tener problemas con ellos mismos, tienen problemas con la familia y con el trabajo, ¿qué es lo que nos queda? Pero si son capaces de funcionar pueden ser brillantes. Algunos poseen un coeficiente intelectual muy por encima de la media, son creativos, sensibles… lo que pasa es que están mal y por eso no funcionan bien.
PG.- ¿Tienen problemas de inserción laboral?
Dolores.- Los trabajos les duran 15 días. No aguantan.
Conchita.- No funcionan bien en las relaciones sociales, con los amigos, en la familia, en el trabajo.
Dolores.- Las parejas les duran dos telediarios.
Conchita.- No son constantes. Pueden empezar una cosa con mucha ilusión. Parece que se van a comer el mundo, y al poco se agobian. Yo creo que quieren que todos actuemos como ellos quieren y en el momento en que rompes esa manera de actuar…
Manuel.- Aparece la frustración.
Dolores.- Tienden a depositar la culpa y la responsabilidad en el otro. Si cada vez que empiezan un trabajo y surge una dificultad, como nos ocurre a todos, le echan la culpa al otro, nunca van a ser capaces de relacionarse mejor para que no les vuelva a suceder. Esto refleja inmadurez, pues no son capaces de aprender de sus propias experiencias negativas parra corregir sus conductas. Son adolescentes perpetuos. El problema es que además en su foro interno se dicen ¿y si la culpa fuera mía? Entonces se castigan, se meten en la cama y no se levantan en un mes, o se autolesionan, o se ponen de coca hasta las cejas o se van a la cama con el primero que pasa.
PG.- ¿Por qué creéis que no tienen conciencia de enfermedad? ¿O quizá, interiormente, como comentabais, sí lo admiten?
Dolores.- En voz alta no lo van a decir. Les resulta tremendamente doloroso admitir todo lo que no funciona dentro de ellos. Les produce miedo. En cualquier caso, la psicoterapia sirve para enfrentarse a esas situaciones que les pueden.
Piluca.- Dolores, algunos sí tienen conciencia de enfermedad pero siguen culpando a los demás, esta vez por no entenderlos.
Dolores.- Porque es más fácil responsabilizar a los demás. Eso es más sencillo que ir adquiriendo responsabilidades y subiendo peldaños.
Conchita.- En estos casos se justifican constantemente en que están enfermos.
Dolores.- Sí. Tiene que ver con la dependencia. Esto es muy contradictorio. Pueden tener un novio o novia, llamarles 15 veces seguidas con el “sin ti no puedo vivir” y a la primera de cambio realizar cualquier conducta que propicie que les abandonen. Es absolutamente incoherente. Los padres son los únicos que no los abandonan nunca pero claro, ahí tenemos siempre la guerra montada.
PG.- Hay una serie de enfermedades, vamos a llamarlas sociales, que se están desarrollando, hay investigación sobre ellas, son muy comunes y que en la época de mis padres se consideraban locura. Ahora parece que hay muchas enfermedades que de alguna manera son una somatización social.
Dolores.- Creo que es importante diferenciar un transtorno de la personalidad con el hecho de que la juventud esté como está. Un día me preguntaron si creía que el porcentaje de transtornos había aumentado y sinceramente creo que no. Lo que pasa es que hace 20 o 30 años los chicos eran más respetuosos. Ahora vivimos una época en la que los padres son absolutamente permisivos y el resultado lo vemos todos los días. No hay disciplina ni respeto, hay problemas de violencia y agresividad en los institutos. Pero estos, sencillamente, son adolescentes malcriados. A veces puede resultar difícil distinguir a un chico problemático con un chico con un transtorno de personalidad. No es lo mismo el que le dicen que llegue a casa a las 2 y llega a las 6 porque “por mis narices yo vuelvo cuando me da la gana” que el segundo que tiene un agujero aquí dentro (se señala el estómago) y que le hace comportarse de determinada manera porque se siente mal. A mí me gusta mucho Emilio Calatayud, un juez de menores de Granada, que explica cómo ha cambiado el punto de vista de los padres. Hemos pasado de las normas al miedo a traumatizar al chaval si le digo que vuelva a las 10.
Manuel.- El dice que no puede dar pautas para que un hijo salga bien educado pero sí que puede dar diez pautas para conseguir que un hijo sea un delincuente.
Dolores.- No hay que confundir la permisividad actual con un transtorno de la personalidad, aunque externamente pueda parecer lo mismo.
PG.- Parece que si sólo existe la mala prensa para este transtorno la gente si puede tener esta confunsión. Se puede olvidar la otra cara del dolor emocional, la hipersensibilidad o la inestabilidad.
Dolores.- De hecho ellos se definen a sí mismos como si viviesen en una montaña rusa. Todos tenemos días altos y bajos, pero ellos pueden tener 10 minutos de subirse a lo alto de la ola y luego caerse, pensar que no valen para nada y querer morirse. ¡Y lo intentan! Es un problema grave. Pero el mensaje principal es de esperanza. En la Unidad del Provincial explican que la terapia en estos casos es como una banqueta de tres patas: la farmacología cuando es necesario, la psicoterapia y la familia. Si trabajamos con estas tres cosas a la vez podemos conseguir que funcionen bien. Pueden ser capaces de vivir de forma independiente, de tener pareja, de que les duren los empleos… ¡claro que sí!
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1 El DSM-IV es la cuarta edición del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales editado por la Asociación Americana de Psiquiatría .
2 El Transtorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es uno de los problemas psiquiátricos más frecuentes en niños en edad escolar y también en adolescentes. El 75% de los casos tiene una causa genética.